Subí las escaleras hasta llegar a la habitación de Alessia, esta vez sin el aspecto macabro de las anteriores veces, la puerta estaba reluciente. La abrí despacio, sin hacer mucho ruido. Allí dentro estaba ella, acostada en su cama, inmóvil, bajo una suave iluminación, y con el rostro y las manos totalmente quemados por el incendio que había acabad