Capítulo 2 Introducción

Oscuridad, silencio continuo, ahora interrumpido por el sonido de unas sirenas de ambulancia, acompañadas por un gran número de voces desesperadas, dichas voces piden paso, no siento nada, no veo nada, todo es oscuro a mi alrededor, pero siento que me transportan en una camilla de hospital, no sé si estoy respirando bien, cada vez me cuesta más, las voces disminuyen su tono, no las oigo claras, al igual que las ambulancias, pero sigo percibiendo que me transportan ¿A dónde me llevan? ¿Dónde estoy?

Todo se apaga, maldita sea, ya no se oye nada, solo silencio, por fin se detienen ¿Y ahora qué harán?

Sigo sin poder respirar, no siento mi corazón latir, me intentan reanimar varias veces sin éxito, espera ¿Qué es esa luz intensa que veo al fondo?

Cada vez es más grande.

¡Oh dios mío! ¿Qué es ese ser? Parece una sombra, tiene un aspecto de humano, se aproxima lentamente, no tiene rostro, no tiene nada, solo unos ojos rojos ¡Maldita sea, sáquenme de aquí! ¿Alguien me oye? ¡Por favor!

Me caigo al suelo, parecía estar atado a una columna, intento levantarme, pero me es imposible, la sombra me agarra de un pie y comienza a arrastrarme hacía aquella luz, no puedo soltarme.

La luz cada vez más cerca, pero la realidad cada vez más lejos, atravieso la luz, y todo se apaga, no veo nada, no respiro, no hay latidos de corazón, no escuchó nada, estoy en medio de la nada, en medio de un vacío.

Despierto tras unos minutos ¿Minutos? ¿Años? ¿Días? ¿Meses? ¿Horas? No sé cuánto ha transcurrido desde que vi a esa sombra con ojos rojos, pero este lugar me horripila, aún no me he levantado de este frío suelo, muy cerca de mi veo una cucaracha enorme, la cual se va a los pocos minutos por una grieta, al fin decido levantarme, me siento mareado, como si me hubiera golpeado la cabeza miles de veces.

El lugar en donde aparecí no era ideal para descansar cómodamente, era oscuro, solo iluminado débilmente por una lámpara de escritorio, las paredes grises, con un aspecto triste, apagado, dando una sensación de soledad agobiante.

El único camino era yendo por una puerta, la abrí sin miedo, esperando encontrarme algo lindo, pero solo accedí al interior de una casa. La cual por alguna razón que no puedo explicar me resultaba familiar, como si ya hubiera estado en ella, pero mis recuerdos estaban hechos trozos. El olor de humo proveniente de un cigarro, me hizo pensar que alguien había estado allí antes de entrar yo. Todo estaba en orden y sin polvo, era una casa muy adornada, con varios espejos y cuadros muy pintorescos, con flores en las mesas, todo tranquilo, las ventanas estaban media abiertas, afuera llovía sangre, extraño.

Por curiosidad comprobé si podía volver a donde antes, pude abrir la puerta, pero solo daba a un precipicio, a un abismo negro, me asusté, y al darme vértigo cerré la puerta.

Investigué más aún la casa, algunas estancias de aquella casa estaban cerradas, llegué al salón principal, igual que antes todo estaba en orden, excepto la radio, mire a ver que cadena estaba puesta, pero solo se oía interferencias, sin más que mirar allí empecé a bajar unas escaleras de caracol, de repente la radio se apagó, pero al segundo volvía a emitir sonido, extraño me pareció.

Bajé aquellas escaleras tan bonitas a mi parecer, daban a lo que parecía un almacén, ya que habían un montón de cosas viejas y estropeadas, al fondo de todo un gran espejo, no sé porque, pero aquella estancia me daba mal rollo, así que salí por la puerta del fondo, y curiosamente aparecí en el principio de la casa, me desoriente ante este suceso.

Avancé un poco más, el cigarro se había apagado, las ventanas se habían cerrado, las flores se habían marchitado, había manchas de sangre por el suelo ¿Qué había pasado?

Puse mi atención en el espejo de la entrada, curiosamente no reflejaba la realidad correcta, ni siquiera el lugar, exponía una ciudad deteriorada, me acerqué más para verlo mejor, no sé porque, pero decidí tocar el espejo con mis manos.

Rápidamente dejé de tener conocimiento de lo que me rodeaba, no oía nada, no veía nada, pero al fin desperté, y por muy extraño que parezca aparecí en la ciudad que reflejaba el espejo, la reconocí al instante, era la ciudad donde me había criado.

            
            

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