Desperté sentado en una silla, me dolía la cabeza, pero no recordaba nada de lo anterior sucedido. Me levanté poco a poco, el cansancio me afectaba el buen caminar.
La silla donde había despertado estaba en la entrada de la casa, pero curiosamente yo no me había dejado dormir ahí, pero no le di importancia.
A primera vista todo estaba igual, sin el aspecto tan desagradable de lo ayer vivido, pero observando con más pausa aquel interior, me di cuenta de que la casa habían diferencias.
La tinta del cuadro se había descolorido, el espejo tenía el cristal roto, las flores ahora eran de plástico, había más polvo en el suelo y en los muebles, además habían trozos de cristal por algunas partes del pavimento. También los cuadros de las fotos estaban vacíos, y ahora había dos cigarros encendidos.
De repente me llegó el olor a un perfume, un aroma que por alguna razón ya había percibido en el pasado, esa esencia a vainilla me era tan familiar.
Pero seguí avanzando por la casa, llegué al salón, este estaba totalmente desordenado, la televisión estaba encendida, pero solo emitía interferencias, impidiendo ver algo con total claridad la emisión.
El aire que entraba por una ventana abierta movía las cortinas blancas, pero detrás de una de las ventanas apareció la silueta de una mujer, parecía desnuda, la piel era pálida, con unos ojos grandes que contenían una mirada propia de alguien demente, no tenía mandíbula. Luego desapareció.
-Qué mala sensación da esa cosa, ojala no me vuelva a aparecer.
Pero al girarme una de las puertas se abrió violentamente y vi fugazmente como ese mismo ser atravesó corriendo todo el salón, para luego desaparecer por la zona de la entrada, además lo hizo emitiendo un desgarrador grito agudo.
Luego la puerta que antes se había abierto se cerró, pero nada más di dos pasos y la radio casi me alcanza, pues alguien la había lanzado contra mí. Una vez en el suelo, vi el aparato todo roto.
-¿Te atormento? Es hora de que recuerdes porque se quemó nuestra casa- dijo una voz femenina entre interferencias.
Y desde ese momento el aire de afuera empezó a soplar más fuerte y enfriaba las estancias de la casa, además de ensuciarla con hojas, tierra y polvo. Pero no era polvo normal, eran cenizas, pues mis pasos dejaban marcas blancas y grises en el suelo.
Las lámparas, las estanterías y sus objetos, los cuadros, las cortinas, todo en aquella casa se tambaleaba por la fuerte brisa que entraba. Rápidamente cerré las ventanas. Pero al cerrarlas todas lo vi otra vez, me refiero al gigante, a veces iluminado por la luz de la luna y otras sumergido en completa oscuridad, pero no tenía rostro, o tal vez lo hubiera debajo de esa tela que lo cubría completamente.
Su torso desnudo, lleno de arañazos y heridas, cubierto de verrugas con aspecto repugnante, y las piernas escondidas totalmente debajo de una especie de falda, pero no hecha de algodón o de alguna otra tela conocida, parecía ser la unión de unas cuantas pieles humanas. Desagradable a más no poder. Sus brazos largos y musculosos, pero también infectados por heridas y tumores.
Pero el gigante desapareció, miré a todos los lados y no había rastro de él.
Al girarme suspiré, intentaba relajarme, pero era imposible. Al andar un poco mis pies pisaron algo plano, me agaché a cogerlo, era otra foto, de un chico, en el reverso de la foto su nombre, Michael.
La casa desapareció, por un momento me encontraba en total oscuridad, después aparecí dentro de un coche, cerca de una gasolinera.