Narradora.
La incomodidad inundo los ojos de Gray, quien ni siquiera era conciente de que su hija lo oia llorar cada vez que llegaba, pues ella se encontraba dormida para él.
Claro que no negaría el echo de que lloró, pues le dolía tener que dejar a su esposa luego de amarla con cada célula de su cuerpo, imaginando quizás que ella pudiera mal pensar su acto.
"Un hombre que llega a las 20hs a casa, cena, finalizando su visita en una corta noche de pasión y luego se marcha sin dar explicación... Claramente era algo que sería poco tolerable para cualquier otra mujer. Pero su Sol era distinta, ella fué capaz de soportar tres años viviendo de esa manera sólo por que él fué un cobarde."
Tomándola por su mano la condujo hasta el sofá, sentándose a su lado mientras su hija se entretenía desenvolviendo los muchos obsequios que Ansol había comprado para ella.
-No era fácil para mí tener que dejarte luego del momento maravilloso que pasabamos juntos -contó con sinceridad, tomando las delicadas manos de la mujer que tanto amaba -pero no quería despertarte porque odiaría el echo de que me reclamaras por dejarte sola o el ver tus ojos teñidos de tristeza por mi culpa -agregó suspirando y besando las manos de su linda esposa -jamás supe que tu miedo era solo con adultos, de haberlo sabido, antes de casarnos te hubiera hablado con claridad presentándote a Gala.
-Ni siquiera mi padre lo sabía así que lo comprendo -respondió palmenado mi mano -. Lo cierto de todo es que no puedo permitir que esa belleza de hija que tienes termine en manos de una cuidadora, no me gusta para nada que estando yo para cuidarla, tengas que poner a alguien para que se encargue de ella.
-Pero no es tu responsabilidad cariño, después de todo...
-Ya te lo dije antes, desde que acepté tomarte como esposo acepté cualquier responsabilidad que eso conllevará -lo interrumpió mientras acariciaba su mejilla -te acepté a ti con todo lo que incluyes y pese a que no sabía de su existencia, también acepté a la pequeña en mi vida.
-Amor...
-Estos tres años fueron muy difíciles al pensar que era otra la razón por la cual te marchabas, creyendo que quizás un día aparecerías pidiéndo el divorcio debido a que tenías en tu vida a alguien normal -sonrie con pena -alguien que fuera capaz de acompañarte en una linda cita a uno de los restaurantes más lujosos o con quien pudieras asistir a las tantas fiestas que las empresas organizan y...
-Tu eres una mujer normal, mi vida -la interrumpió él, dejando una suave caricia en su mejilla -quizás con un pasado traumatizante que te llevó a desconfiar de las personas nuevas que intentaban acercarse a ti pero... Eso no te hace alguien anormal, te hace una mujer herida y yo quiero ser quien te cuide y proteja de todo -aclaró -aparte de ello soy alguien de palabra y por ello cumpliré con mis votos.
-No tenía como saberlo -inquirió Ansol, bajando su cabeza con cierta tristeza -dudé de ti, de tus votos y hasta incluso de tu amor en muchas ocasiones -suspira -creí que me eras infiel y por ello te ausentabas pero... No tienes una idea de cuanto lo siento.
-No tienes porque disculparte -respondió abrazándola y atrayéndola a su cuerpo -fué mi culpa, yo cause que mal pensaras todo y soy quien debe disculparse. Por eso y por haberte dejado sola dura estos tres años que llevamos de matrimonio -besa su cabeza -prometo que de aquí en adelante me dedicaré a compensar el dolor que te causé y cada lágrima que salió de tus hermosos ojos por mi culpa.
-Solo quedate a mi lado, es todo lo que necesito -dijo ella, recargando su cabeza en el fuerte pecho de su esposo mientras él asentía a sus palabras y volvía a besar su cabeza.
Quizás quedaban muchos temas por hablar, pero teniendo la razón ante las idas y vueltas de su esposo, a AnSol nada más le importaba.
De ahora en adelante dedicaría la mayor parte de su tiempo a disfrutar de la linda Gala y los momentos que nunca antes pudo junto a su esposo.
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Pasadas unas cuantas horas; mientras la pequeña Gala dormia su siesta de todos los días, AnSol decidió preparar unas deliciosas galletas para que la niña las acompañara con un chocolate caliente en su merienda.
Si era cierto que no sabía como ser una madre, estaba dispuesta a darse una oportunidad de intentarlo y si falla, tratar de corregir su error para volver y ser mejor.
Gray había salido por un momento, pues tenía que hablar con sus padres para informarles sobre su mudanza con la pequeña y recoger las pertenencias de ella.
No hacía falta tener que llevarse ropa o algo importante, ya que todo lo que necesitaba lo tenía en la casa que compartía con su esposa, su casa.
Las 17hs llegaron y la pequeña despertó encontrando en la cocina solo a AnSol, quien acababa de preparar una deliciosa taza de chocolate decorada con espuma y un pequeño corazón en el medio, seguido de unas apetecibles galletas que pintaban ser deliciosas.
-Despertaste cariño -mencionó con una sonrisa, viendo a la pequeña asentir mientras fregaba sus ojos -ven, puedes sentarte aquí a tomar tu merienda -señaló viendola caminar a ella, quien la levanta para luego sentarla en la alta banqueta y acercandole luego la taza de chocolate -Dime Gala ¿Te gustó la decoración de tu cuarto? -preguntó mientras desamarraba el ondulado cabello de la niña y procedía a peinarla.
-¡Me encanta! -dijo feliz, refiriéndose a todo en particular.
Le emocionaba el poder despertar y tener una deliciosa merienda esperando por ella, como así también adoraba ser peinada por la mujer que con mucho cariño tomaba sus mechones de cabello y pasaba el cepillo por su cabeza.
Era algo nuevo para ambas, pero sin duda alguna, una experiencia única que ambas estaban necesitando.