El eco de los pasos resonaba en los pasillos de mármol del rascacielos donde se encontraba la nueva sede temporal del equipo conjunto entre Villaseñor & Asociados y Altamira Global. La fusión parcial se había formalizado apenas dos semanas atrás, y ya los equipos de ambas empresas trabajaban bajo el mismo techo. Aunque la colaboración era estrictamente profesional, el roce constante entre dos mundos opuestos no tardaría en mostrar sus grietas.
Isabela entró al salón de reuniones con puntualidad impecable. Como siempre, llevaba un traje oscuro perfectamente ajustado y su cabello recogido en un moño severo. Su presencia era como un viento helado que enfriaba cualquier conversación casual.
-Llegas temprano, Villaseñor. Qué sorpresa. -Javier ya estaba en la sala, recostado en una de las sillas con una expresión de burla pintada en el rostro.
-Alguien tiene que mantener esto funcionando -respondió ella sin siquiera mirarlo mientras colocaba su laptop sobre la mesa de vidrio.
-¿Funcionando? Por lo que vi en los reportes, apenas estamos sobreviviendo.
-Gracias a las ideas que propuse en la última reunión -replicó ella, esta vez dedicándole una mirada breve, cargada de desprecio.
-No todo gira en torno a ti, Isabela.
Ella soltó un suspiro exasperado, pero no tuvo tiempo de responder. Emilia Altamira y Santiago entraron a la sala, seguidos de varios gerentes y asesores financieros. La reunión comenzó de inmediato, como si el aire cargado entre Isabela y Javier fuera invisible para los demás.
Los gráficos y reportes se sucedieron durante horas, pero la discusión estalló cuando llegaron al tema de los recortes en las operaciones internacionales.
-Reducir nuestra presencia en Europa sería un error catastrófico -declaró Javier, golpeando ligeramente la mesa con la palma de la mano-. Es nuestra principal fuente de ingresos, incluso si ahora no está generando tanto como antes.
-Es precisamente por eso que necesitamos recortar -replicó Isabela con firmeza-. Mantener oficinas deficitarias solo nos está hundiendo más rápido.
-¿Y tu solución es simplemente abandonar el mercado? -Javier sonrió con incredulidad-. Eso sería suicida.
-Es una decisión estratégica -respondió ella, ignorando su tono burlón-. Europa puede esperar. Necesitamos enfocar recursos en mercados más estables.
-¿Estables como América Latina? -replicó Javier, arqueando una ceja-. La mitad de esos países están en crisis política constante.
-Precisamente por eso hay oportunidades -intervino Santiago, tratando de calmar los ánimos-. Menor competencia, costos reducidos, y si somos los primeros en entrar...
-Por favor, Santiago. No me vengas con discursos de manual de economía. -Javier lo interrumpió con desdén, para luego mirar a Isabela directamente-. Esto es una locura, y tú lo sabes.
-¿Qué propones entonces, Altamira? -preguntó Isabela, cruzándose de brazos-. Porque hasta ahora no he escuchado una sola idea viable de tu parte.
-Propongo que diversifiquemos en lugar de recortar -dijo él, con un brillo desafiante en los ojos-. Si ajustamos las operaciones en Europa en lugar de cerrarlas, podemos generar ingresos adicionales en los próximos dos años.
-¿Y mientras tanto? -replicó Isabela, inclinándose hacia él-. ¿Cómo piensas mantener las oficinas funcionando si apenas podemos cubrir los costos actuales?
El silencio cayó sobre la sala mientras ambos se enfrentaban con la mirada. Finalmente, Emilia intervino.
-Ya basta. -Su tono era autoritario, como el de una madre que regaña a dos niños tercos-. La decisión debe tomarse basándonos en datos concretos, no en disputas personales.
-De acuerdo -dijo Isabela, enderezándose-. Hagamos un análisis de costos-beneficios de ambas opciones y tomemos una decisión en la próxima reunión.
-Perfecto -respondió Javier con una sonrisa falsa-. Así tendremos tiempo para demostrar que tu idea no tiene sentido.
Isabela no respondió. Sabía que entrar en un intercambio de sarcasmos no los llevaría a ninguna parte.
Horas después, Isabela estaba en su oficina improvisada, revisando números en la pantalla de su laptop. Las cifras no mentían: los recortes eran inevitables si querían mantener la estabilidad financiera. Pero lo que más le molestaba no era la terquedad de Javier, sino lo mucho que disfrutaba provocándola.
La puerta se abrió sin previo aviso, y alzó la mirada para encontrar a Santiago entrando con un café en la mano.
-Necesitas un descanso -dijo él, dejando la taza frente a ella.
-No tengo tiempo para descansos -respondió, aunque tomó el café de todos modos.
-No puedes seguir así, Isa. Si te desgastas, no podrás seguir liderando esto.
Ella lo miró por encima del borde de la taza.
-¿Y quién lo hará si no yo? ¿Mi padre? ¿Andrés?
Santiago suspiró, sabiendo que tenía razón.
-Por lo menos intenta no dejar que Javier te saque de quicio.
-Eso no va a pasar.
-¿De verdad? Porque a veces parece que disfruta demasiado verte molesta.
Ella soltó una risa breve, seca.
-Claro que lo disfruta. Es un niño mimado que no sabe cómo manejar el rechazo.
Santiago sonrió con suavidad.
-Tal vez, pero también sabe lo que hace. No lo subestimes.
En el lado opuesto del edificio, Javier estaba recostado en el sofá de su oficina, jugando con una pelota antiestrés mientras Adrián revisaba los reportes financieros.
-¿Por qué tienes que provocarla tanto? -preguntó Adrián sin apartar la vista de la pantalla.
-Porque es divertido -respondió Javier con una sonrisa despreocupada-. Y porque quiero ver hasta dónde puede llegar antes de romperse.
Adrián lo miró con desaprobación.
-Esto no es un juego, Javier. Si esto fracasa, no solo perderemos nuestras empresas, sino también cualquier credibilidad que nos quede.
-Lo sé, lo sé. -Javier lanzó la pelota al aire y la atrapó-. Pero no puedo evitarlo. Hay algo en Isabela que me irrita y me intriga al mismo tiempo.
-Pues canaliza esa intriga en algo productivo. Porque créeme, ella no va a dudar en aplastarte si tiene la oportunidad.
Javier dejó la pelota sobre la mesa y se puso de pie, caminando hacia la ventana. Desde ahí, podía ver la ciudad extendiéndose bajo sus pies, brillante y caótica.
-No lo dudo, Adrián. Pero si algo he aprendido, es que los rivales más duros son los más interesantes.
Adrián negó con la cabeza, aunque una pequeña sonrisa se asomó en su rostro.
-Solo asegúrate de que esta alianza sobreviva a tu ego y al de ella.
Javier se giró, con una chispa de diversión en los ojos.
-¿Quién sabe? Tal vez esta alianza termine siendo más interesante de lo que pensamos.
Esa noche, mientras la ciudad se sumía en la oscuridad, ambos líderes trabajaban en silencio, cada uno en su propio rincón, planeando sus próximos movimientos. Isabela, con la determinación de demostrar que sus decisiones eran las correctas, y Javier, con la intención de no solo ganar la batalla, sino también comprender mejor a la mujer que había resultado ser más formidable de lo que esperaba.
En el tablero del juego que ambos habían construido, cada decisión era una pieza movida con cuidado. Pero lo que ninguno de los dos sabía era que, más allá de los números y las estrategias, algo más comenzaba a gestarse, algo que ninguno de los dos estaba dispuesto a admitir.