Capítulo 7 La Propuesta

El amanecer de la mañana siguiente llegó con una sensación pesada en el aire. Isabela había pasado la noche dando vueltas en la cama, incapaz de deshacerse de las palabras de su padre. La propuesta de una unión con los Altamira era un giro radical en su vida, uno que la desbordaba con dudas y resentimientos. Se había pasado los últimos años demostrando que podía ser una mujer de negocios competente por sí misma, que no necesitaba depender de un hombre o de una familia para avanzar. Pero su padre, como siempre, pensaba de manera diferente.

No era solo una cuestión de matrimonio. Era una cuestión de poder, de alianzas, de asegurar un futuro, pero ¿a qué precio?

Esa mañana, mientras tomaba su café en la terraza de su apartamento, pensaba en la conversación que tendría más tarde con Javier Altamira. La idea de estar atrapada en una relación de conveniencia con él no le gustaba. No solo porque fuera Javier, sino porque sabía que este tipo de arreglos, aunque comunes en el mundo de los negocios, siempre venían con consecuencias personales complicadas.

El teléfono vibró en su mesa, interrumpiendo sus pensamientos. Era un mensaje de su padre.

Reúnete con Javier a las 2 p.m. en la oficina. Ya hablé con él.

Isabela suspiró y apretó los labios. Nada de lo que su padre había hecho en los últimos días le parecía correcto. La presión de la situación comenzaba a ser insoportable, y su relación con Javier nunca había sido fácil, mucho menos cuando las circunstancias parecían haber empeorado.

A las dos de la tarde, Isabela entró a la oficina de Altamira Global, un edificio moderno, de cristal y acero que dominaba la ciudad. El aire frío del lugar contrastaba con el calor de su propio cuerpo, mientras caminaba por el pasillo hacia la sala de reuniones.

Javier ya estaba allí, de pie junto a la ventana, con su celular en la mano. No parecía sorprendido al verla llegar. De hecho, estaba sonriendo, esa sonrisa tan característica de él, como si todo estuviera bajo su control.

-Villaseñor, qué puntualidad. -Su tono era más cálido de lo habitual, pero había algo en la manera en que la observaba que no dejaba de inquietarla.

-No suelo perder el tiempo. -Isabela respondió sin amabilidad, aunque sin mostrar hostilidad abierta. Era consciente de que este encuentro podía ser la clave para resolver muchas cosas, o complicarlas aún más.

Javier la observó unos segundos más, su mirada recorriéndola de arriba a abajo, como si estuviera evaluando algo más allá de lo evidente. Finalmente, se acercó a la mesa y señaló la silla frente a él.

-Toma asiento. Tenemos que hablar.

Isabela lo observó por un momento antes de sentarse, aún sin comprender totalmente lo que ocurriría. Javier no perdió el tiempo.

-Creo que ya sabes de qué estamos aquí. -Dijo con tono firme-. Tus padres y los míos han hablado, y, según parece, la única manera de asegurar el futuro de ambas familias es mediante una... "alianza" más personal.

Isabela frunció el ceño, pero no interrumpió.

-Lo que están proponiendo es...- comenzó, intentando encontrar las palabras adecuadas-, es un matrimonio, ¿verdad?

Javier se sentó también, dejando que la pregunta flotara en el aire unos segundos, como si estuviera evaluando el impacto de la misma.

-Sí, eso es. No hay otra manera de ponerlo.

Isabela lo miró con incredulidad. ¿De verdad estaba sugiriendo algo tan serio? Su mente era un torbellino de emociones, pero se obligó a mantener la calma.

-¿Y tú qué piensas de esto? ¿Te gustaría casarte conmigo, Altamira? -Su tono fue mordaz, pero Javier no pareció sentirse ofendido.

-No es una cuestión de lo que me gustaría o no me gustaría. -Él respondió, cruzando los brazos con calma. Su tono era directo, pero no exento de una cierta frialdad calculada. -Es una cuestión de lo que es necesario. Ambos sabemos que nuestras familias necesitan esta unión. Esto es mucho más que un simple matrimonio; es el futuro de nuestros negocios.

Isabela lo observó, y por primera vez en mucho tiempo, sintió que la conversación tomaba un giro hacia algo peligroso, pero también inevitable. Las emociones personales quedarían relegadas a un segundo plano si las alianzas entre las dos familias realmente se concretaban.

-¿Eso es todo lo que significa para ti? ¿Un simple movimiento estratégico en un tablero de ajedrez, sin más?

Javier la miró sin inmutarse, y por un momento, Isabela sintió que podía ver una chispa de frustración en sus ojos. Sin embargo, él no cedió.

-Eso es lo que es para todos, Isabela. Ninguno de nosotros está aquí por amor. Estamos aquí porque nuestras familias lo exigen, y porque lo que está en juego es demasiado importante para ignorarlo.

Las palabras de Javier hicieron eco en su mente mientras ella lo miraba fijamente. No podía ignorar la lógica de su planteamiento. La empresa necesitaba estabilidad, y un matrimonio entre ellos no solo consolidaría las posiciones de poder de sus respectivas familias, sino que también aseguraría que sus legados se mantuvieran intactos.

Pero aún así, algo en ella se resistía.

-¿De verdad no ves lo que esto implica? -preguntó ella, bajando la voz. -Esto cambiará nuestras vidas para siempre. No sé si estoy dispuesta a perder mi independencia por una idea que no tiene nada que ver con mis propios deseos.

Javier se recostó en la silla, cruzando las piernas de manera relajada, como si no tuviera nada que perder. Sin embargo, su voz se tornó más suave, casi desafiante.

-Lo que significa, Villaseñor, es que ambos tenemos un objetivo. El matrimonio es solo el medio para alcanzarlo. No estamos hablando de un romance, sino de un negocio. Y, por supuesto, si te soy sincero... tal vez encontraríamos más que solo conveniencia en todo esto, ¿no?

Isabela se quedó en silencio, sorprendida por el tono de su voz. Había algo en su mirada que la desconcertaba, algo que sugería que había más de lo que parecía. Pero no podía permitirse pensar en eso ahora. No podía dejar que la atracción o el deseo nublaran su juicio. Su vida no podía depender de una simple química.

-¿Qué quieres decir con eso? -preguntó, aunque ya sospechaba la respuesta.

-A veces los negocios más rentables nacen de los comienzos más inesperados, Villaseñor. ¿No crees?

Isabela no respondió. Su corazón latía con fuerza, como si supiera que las palabras que acababa de escuchar abrieron una puerta que ya no podía cerrarse.

El sonido de su teléfono rompió el silencio, y al mirarlo, vio que era un mensaje de su padre.

Ya he hablado con Patricia. Estás tomando la decisión correcta.

Un escalofrío recorrió su espalda. La voz de Javier seguía resonando en su mente. "A veces los comienzos más inesperados..." ¿Qué estaba buscando realmente? ¿Era solo pragmatismo, o había algo más detrás de esa fachada tan perfectamente calculada?

El pensamiento la perturbaba, y un dilema personal se formaba en su interior: lo que estaba a punto de hacer no solo cambiaría su futuro empresarial, sino también su vida personal. Y aunque se decía a sí misma que esto era solo un movimiento más en su carrera, una parte de ella sabía que el precio de esta unión podría ser mucho más alto de lo que estaba dispuesta a pagar.

-De acuerdo -dijo finalmente, rompiendo el silencio. Su voz era baja, pero firme-. Si esto es lo que se necesita, lo haré.

Javier asintió, una leve sonrisa cruzando sus labios.

-Bienvenida al club, Villaseñor.

Y aunque la decisión estaba tomada, Isabela no podía evitar sentir que, en algún lugar profundo de su ser, algo había cambiado para siempre.

            
            

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