Capítulo 8 El Comienzo de una Nueva Alianza

La tarde siguiente, Isabela se encontraba en el imponente despacho de su padre, Martín Villaseñor. Las ventanas de cristal que daban a la ciudad parecían un marco perfecto para la atmósfera fría que se respiraba dentro de esa oficina. El ambiente estaba cargado de tensión; aunque la decisión ya estaba tomada, aún quedaba mucho por decir, por definir. Isabela se sentó frente a su padre, con una postura erguida, pero su mente estaba en cualquier lugar menos en ese despacho.

En algún punto, la propuesta de Javier y sus implicaciones personales comenzaron a calar más hondo de lo que habría querido admitir.

-¿Entonces todo está listo? -preguntó Martín, sin levantar la vista del informe que tenía frente a él. Isabela lo observó con una mezcla de respeto y frustración. Sabía que su padre solo hacía preguntas cuyas respuestas ya conocía.

-Sí, papá. -respondió con tono firme, aunque su voz se cortó ligeramente al recordar las palabras de Javier: "A veces los negocios más rentables nacen de los comienzos más inesperados". ¿Eso era todo lo que podía esperar de un matrimonio con él? Una simple transacción.

Martín alzó la mirada, sus ojos fríos y calculadores clavándose en los de su hija. Era un hombre al que pocos podían engañar. Sabía que algo estaba incompleto en la decisión que Isabela acababa de tomar, aunque no lo dijera abiertamente.

-No me gusta que escondas lo que piensas, Isabela. -comentó con voz profunda, casi como un susurro-. Ya sé que esto no es lo que querías, pero es lo que tenemos que hacer. Ambos sabemos cómo funcionan las cosas.

Isabela frunció el ceño, deseando poder alzar la voz y hacerle entender que no era solo una cuestión de negocios. ¿Cómo podía explicarle que se sentía atrapada, que la combinación de expectativas familiares y la inevitabilidad del destino la dejaban sin aire?

-Lo sé, papá -dijo, manteniendo la calma, aunque un toque de amargura se coló en sus palabras-. Pero hay algo que me incomoda. No me refería a las empresas, sino a lo que realmente significa para mí, para nosotros.

Martín dejó el informe a un lado y se inclinó hacia ella, con la expresión que siempre mostraba cuando tomaba algo en serio. La mirada de Isabela se encontró con la suya, llena de resolución, pero también de una sombra de duda.

-Lo que significa es que este matrimonio fortalecerá a nuestra familia y a nuestra empresa. No tenemos tiempo para contemplaciones personales. El futuro de Villaseñor Corp. depende de esto. Y si quieres que todo lo que tu madre y yo hemos trabajado siga en pie, tendrás que hacer lo que es necesario.

Las palabras de su padre fueron claras y frías como el acero. Isabela cerró los ojos por un momento, tratando de ordenar sus pensamientos. No podía dejar que el sentimiento personal se interpusiera en su decisión. Pero la idea de unirse a Javier, de fusionar sus vidas de forma tan radical, seguía asfixiándola.

-Lo haré. -contestó, más por inercia que por verdadera convicción.

Su padre asintió, satisfecho con la respuesta, pero un ligero resplandor de preocupación cruzó su rostro.

-Recuerda, Isabela, que esto no es solo una cuestión de lo que tú quieres o no quieres. Estamos hablando de algo mucho más grande.

El día siguiente llegó con una sensación aún más densa de lo que había anticipado. El contrato preliminar de la fusión entre las dos familias ya estaba sobre la mesa, pero el asunto del matrimonio aún seguía en el aire, como una sombra no resuelta. Isabela había aceptado, sí, pero había algo en el fondo de su ser que la atormentaba: ¿realmente podía confiar en lo que Javier le había dicho? ¿Realmente veía él esta unión de la misma manera que ella?

A las tres de la tarde, estaba en la oficina de Altamira Global para una nueva reunión sobre la fusión. Esta vez, Javier no estaba solo. A su lado estaban su madre, Patricia, y su hermano, Alejandro. Todos los detalles estaban a punto de ser discutidos, y aunque el acuerdo parecía simple en teoría, la tensión en la habitación era palpable.

Patricia fue la primera en hablar, su tono amable pero firme, como siempre.

-Isabela, es un placer verte. -dijo mientras la recibía con un leve abrazo. Patricia, aunque siempre impecablemente vestida, tenía algo de frialdad en su postura, algo que Isabela no pudo ignorar.

-El placer es mío. -respondió, forzando una sonrisa.

Alejandro, el hermano de Javier, estaba sentado en la esquina, observando a Isabela con una curiosidad distante. Era un hombre de negocios como su hermano, pero con una disposición más relajada. Sin embargo, no podía evitar sentir una cierta presión. Había escuchado rumores sobre la decisión que estaban tomando, y aunque no tenía voz en las discusiones, no se sentía cómodo con la idea de fusionarse de una manera tan personal.

-Estamos aquí para formalizar lo que ya se ha acordado -dijo Patricia, tomando la palabra mientras sacaba un contrato de su maletín. El papel era largo, detallado y denso, con cláusulas legales que parecían infinitas-. Como ya sabemos, la fusión de Altamira y Villaseñor Corp. asegurará una posición de liderazgo en el mercado. Los detalles financieros están claros, pero lo que queremos discutir hoy es el aspecto personal de esta alianza.

Isabela se tensó al escuchar esas palabras. Aunque ya sabía lo que implicaba, no estaba preparada para hablar de eso frente a todos. Javier, sin embargo, parecía completamente relajado, como si la situación fuera tan natural como cualquier otra reunión de negocios.

-Lo que necesitamos, Isabela -continuó Patricia- es una integración completa. Y no solo de las empresas, sino también de nuestras familias. Queremos asegurarnos de que todos los aspectos de esta alianza estén completamente formalizados.

Isabela asintió, mirando a Javier. A pesar de su indiferencia aparente, su mirada no dejaba de inquietarla. Él sabía lo que estaba en juego, y ella también. Pero las implicaciones personales... eso era otro asunto.

-Entiendo. -dijo finalmente, con voz firme-. ¿Pero qué esperan de mí exactamente? No estoy aquí para hablar de cifras o estrategias. Estoy aquí para tomar una decisión, una que cambiará nuestras vidas.

Javier finalmente habló, inclinándose hacia adelante con una sonrisa que no parecía tan cálida como de costumbre.

-Lo que esperamos, Isabela, es que puedas ver más allá de las emociones. Este es un acuerdo entre dos grandes familias, dos imperios. Es mucho más grande que tú, que yo o que cualquiera de nosotros. Necesitamos trabajar juntos, no solo en lo empresarial, sino también en lo personal. Como ya dijimos, esto va más allá de lo que puedas sentir.

Isabela lo miró fijamente, buscando en su rostro algún vestigio de duda, algún signo de humanidad. Pero no lo encontró. Javier estaba completamente comprometido con el objetivo: asegurarse de que la alianza se consumara sin importar las complicaciones.

-Entonces, ¿eso es todo? ¿Solo lo que sea mejor para las empresas, sin importar las vidas que estamos a punto de unir? -preguntó, su voz cargada de incredulidad.

Javier la miró a los ojos, sin apartar la mirada.

-Es lo que siempre se ha hecho, Isabela. Es lo que tu familia y la mía hemos hecho durante generaciones. Las decisiones personales no son un lujo que podamos permitirnos ahora.

El silencio llenó la sala durante unos segundos, cada palabra de Javier marcando una distancia irreparable entre ellos. Isabela lo sabía. Esta unión, aunque prometedora para las empresas, estaba construyendo muros invisibles que cada vez resultaban más difíciles de atravesar.

-¿Entonces qué? ¿Esto es solo un trámite para ustedes? ¿Solo una firma más en un contrato? -preguntó ella, dejando escapar un suspiro.

-Sí -respondió Javier, sin titubeos. -Y no hay nada más que decir.

Isabela no pudo evitar sentirse derrotada. Había entrado en esa reunión esperando encontrar alguna esperanza, alguna razón para creer que esto podría ser algo más que una simple transacción. Pero la respuesta que acababa de recibir solo confirmaba lo que ya temía: no había espacio para sentimientos en esta alianza. No importaba cuánto lo intentara. Ella solo era una pieza más en un tablero de ajedrez que ni siquiera estaba jugando.

Mientras las negociaciones seguían su curso, Isabela comenzó a comprender la magnitud de la decisión que acababa de tomar. Lo que comenzó como una oferta de negocios se estaba convirtiendo en una prisión personal, y tal vez nunca podría escapar de ella.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022