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El reloj marcaba las 7:00 p.m. cuando Valentina entró al salón privado en el que había acordado encontrarse con su madre. La mansión de los Ferrara estaba en silencio, salvo por el eco de sus pasos en los pasillos, como un presagio de lo que estaba por venir. La casa, que había sido su hogar durante años, ya no le pertenecía. En el aire flotaba una
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