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El reloj en la pared marcaba la medianoche, y la habitación parecía envuelta en una atmósfera densa, llena de silencios y susurros no pronunciados. Valentina había aceptado la propuesta de Figueroa, pero las palabras de ese contrato seguían retumbando en su cabeza, como un eco interminable. El compromiso estaba sellado, pero el miedo a lo desconoci
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