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El reloj de la mansión marcaba las 2:00 a.m. y Valentina seguía dando vueltas en su habitación, incapaz de descansar. Las sábanas arrugadas de la cama estaban intactas, como si su cuerpo ni siquiera hubiera intentado dormir. La inquietud recorría cada rincón de su ser, y aunque la noche estaba quieta, su mente no encontraba reposo. Las palabras de
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