Entro corriendo al Centro de Salud, siguiendo la camilla en la que llevan el cuerpo inerte, del que todavía emana sangre. Una paramédica va empujando fuertemente su pecho hacia abajo, en un intento de mantener su corazón latiendo.
Un médico de cabello negro y ojos azules intenta detenerme pero lo empujo y sigo hasta la habitación donde la camilla ingresó. Me quedo tras la ventana, viendo cómo una doctora comienza a cargar el desfibrilador.
-¡Fuera! –grita la mujer, y luego lleva las paletas con fuerza hacia su cuerpo.
El monitor, que en algún momento instalaron, muestra que no hay signos vitales y siento mi corazón detenerse también, cuando el sonido constante no se vuelve rítmico, luego de la maniobra.
-Por favor, síganme, está en las mejores manos –dice el médico con amabilidad, intentando alejarnos de la escena, pero ni yo ni mis cuatro amigos nos movemos.
Siento el abrazo de ellos rodearme, pero no puedo apartar la vista del interior de la habitación, sabiendo que si algo le pasa, preferiría morir yo también.
Luego de varios intentos, escucho que uno de los enfermeros habla con voz firme.
-Doctora, hay que declarar.
NUEVE MESES ANTES
CAPÍTULO 1.-
Sol
-5... 4... 3... 2... 1... ¡Feliz año nuevo! -escucho a todos a mí alrededor gritar al unísono.
Sonrío al ver los fuegos artificiales estallar en el cielo, llenándolo de colores y luces. Giro hacia mi familia, esperando comenzar a saludarlos y desearles un buen inicio de año.
Veo a mis padres inmersos en un abrazo dulce y sentido, mientras mis dos hermanas brindan emocionadas, contándose sus anhelos para el año que inicia. Busco con la vista a Martín, pero lo encuentro a unos metros de distancia, hablando muy animado con un par de rubias pulposas.
-Quizás sea un buen momento para llamar a Agustín -digo solo para mí, ya que es evidente que nadie me está escuchando.
Tomo mi teléfono y lo enciendo. Para mi sorpresa tengo un mensaje suyo, incluso antes de abrirlo puedo leer un "Feliz año nuevo", sonrío, sorprendida de que por primera vez sea él quien me salude antes a mí, pero al ingresar a la conversación me quedo helada, viendo que el texto estaba acompañado de una imagen de él, besando a otra mujer.
Pienso que debe ser un error, por lo que amplío la fotografía, corroborando lo que temía. Sin dudas, se trata de mi novio.
Miro a mi alrededor, comprobando que los cinco miembros de mi familia están brindando, sin la mínima preocupación por mi paradero, por lo que corro al interior del lujoso hotel en que nos hospedamos.
Una vez dentro camino por los pasillos a toda prisa, esperando llegar a la habitación. Al llegar me siento en la cama y junto coraje para mirar nuevamente la pantalla del móvil. Seguramente esta vez habrá alguna aclaración, se pudo haber tratado de una broma o pude haber visto mal.
Abro el mensaje y no solo que la fotografía sigue allí, sino que se sumó un video. Le doy reproducir y me encuentro con mi novio, bailando muy sensual junto a la chica de la imagen. Como frutilla del postre, termina el baile con un beso en sus labios.
Siento las mejillas arder y las lágrimas invaden mis ojos. Justo entonces los mensajes son eliminados y el teléfono comienza a sonar, anunciando el ingreso de una llamada suya.
Me debato internamente, dudando de si debería atender o no, pero casi por inercia lo hago, sin poder articular palabra.
-Sol... Sol, escucháme... Es un mal entendido, yo te puedo explicar -escucho su voz agitada, con tono que delata su nerviosismo.
Inmediatamente corto la llamada, sabiendo que nada de lo que me pueda decir me va a convencer de que merece un segundo más de mí tiempo.
Me tiro en la cama, llorando contra la almohada, mientras miles de ideas se agolpan en mi mente. Hace solo un mes estábamos festejando nuestro fin de cursado y planeábamos casarnos en poco tiempo, hasta habíamos pensado los nombres de los hijos que tendríamos juntos algún día. No puedo creer que absolutamente todo se haya ido por la borda en solo un par de mensajes.
Silencio mi teléfono, que no para de sonar, y me dispongo a dormir, aunque soy muy consciente de que será una misión imposible.
Las horas pasan mientras el dolor solo aumenta y puedo sentir mi corazón en miles de pedazos. Cuando el cielo ya comienza a clarear escucho que la puerta se abre y mis hermanas ingresan entre risas y susurros.
-¿Estará dormida? –pregunta Natalia, en una clara referencia a mí.
-Seguramente... -responde Marina con desinterés-. Qué cosa con Sol, siempre tan problemática, me parece cualquiera que sabiendo que mamá y papá nos invitaron a pasar año nuevo en familia, ella se haya ido incluso antes de las doce, que ingrata –comenta con desprecio.
-¿Le habrá pasado algo? –escucho la voz de Natalia nuevamente, más cerca de mí, y me esfuerzo por no delatar que estoy despierta, lo último que quiero es tener que contarles de mi vida y escuchar cómo seguramente encuentran la forma de decir que fue mi culpa.
-No creo, seguramente solo se aburre con nosotras, ya estamos viejas -completa con gracia Marina mientras ambas se ríen-. Igualmente papá y mamá se pasaron la noche entre llamadas y mensajes con los Pietrovsky, para eso hubieran venido ellos también y listo.
Por un momento me dan ganas de voltearme y gritarles que no me aburriría con ellas si no fuera porque me aíslan en forma permanente desde siempre, entiendo que ellas tengan un vínculo especial por ser gemelas, pero haber sido la menor, con cinco años de diferencia con ellas no ayudó en nada.
Siguen riendo y comentando cosas de la noche un tiempo más, hasta que finalmente se duermen, y yo puedo volver a llorar libremente.
Así me encuentra la plenitud de la mañana, con un dolor de cabeza casi igual al de corazón, con las ideas descolocadas y la frustración a flor de piel, pero decido disimular, porque finalmente mis hermanas tienen razón en algo, mis padres pidieron pasar estos días en familia, con sus cuatro hijos, no se merecen que los arruine con mis problemas, por lo que me levanto, me coloco una bikini y salgo, dispuesta a dar lo mejor de mí para mi familia en las horas que nos quedan.
Pablo
-5... 4... 3... 2... 1... ¡Feliz año nuevo! –le digo a Clara mientras la tomo en mis brazos, para depositar un suave beso en sus labios.
-¡Feliz año nuevo mi amor! –contesta mi novia, con una sonrisa.
Nos separamos y comenzamos a saludar a nuestros padres y mis hermanos, que son también parte de la celebración. Es el primer año que pasamos con la familia de Clara, ya que normalmente lo festejamos con los Brauner, que este año decidieron hacer un viaje familiar, y el cambio fue bueno para iniciar nuevas tradiciones con quienes, seguramente, en breve serán mi familia política.
-Muchas gracias por la invitación, fue una velada hermosa -dice mi suegra mientras besa mi mejilla, despidiéndose junto con su marido y su hija-. Te esperamos mañana para almorzar, hijo -termina mientras camina hacia el auto.
Clara se cuelga de mi cuello y nos damos un dulce beso antes de despedirnos también, sin dudas nuestra relación no podría ser mejor, la veo alejarse y subir al vehículo con sus papás y vuelvo al interior de la casa, donde mis hermanas y padres me esperan.
-¿Para cuándo el casamiento? –pregunta Sandra, mi hermana, con una sonrisa de burla-. Ya pasamos las fiestas juntos, es lo que sigue, ¿no? –agrega.
-Supongo que sí -confieso mientras me sirvo una cerveza-. ¿Y papá y mamá? –pegunto intrigado, al no verlos en la sala.
-Hablando por teléfono con los tíos -contesta mi otra hermana, Cristina, con fastidio-. Qué mala onda que se hayan cortado solos –comenta al pasar.
-Pasamos todos los año nuevo juntos, está perfecto que quieran estar solos por una vez -contraataca Sandra, con soltura-. Aunque sin dudas la hubiéramos pasado mejor con Naty y Mari acá.
Sin dudas la amistad entre mi mamá y su mejor amiga, mi tía de cariño, sumado a la sociedad de mi padre con el marido de ella, Carlos Brauner, hizo que nuestras familias se unieran demasiado, en especial cuando todos sus hijos tenemos las mismas edades, o casi todos.
Solo unos meses después de mí, que soy el mayor, nació Martín, hijo de mis padrinos de nacimiento, que a su vez es ahijado de mis padres. Desde entonces, mi hermana Sandra fue seguida con solo meses de diferencia por sus hijas gemelas, Natalia y Marina, y solo unos meses después nació Cristina, cerrando así la banda de 6 primos que nos criamos casi como hermanos. Nadie esperaba que cinco años después mis tíos tuvieran una última hija, con la que realmente todos compartimos poco, por la diferencia de edad y la particular personalidad de la chiquita, que siempre se mostró distante y reacia a nuestra compañía.
Tomo mi teléfono y escribo un mensaje de felicidades a Martín, quien rápidamente me contesta con una selfie con Natalia y Marina. Se ven los tres muy sonrientes y divertidos. Animo a mis hermanas a contestarles con una imagen similar y los seis conversamos un buen rato, recordando los años nuevos de nuestra infancia, cuando jugábamos sin cansancio hasta terminar rendidos.
Solo unas horas después me despido de mis hermanas y me voy a mi departamento, donde disfruto de la agradable soledad que siempre encuentro en él.
Luna
-5... 4... 3... 2... 1... ¡Feliz año nuevo! –grito en el micrófono, mientras abro un champagne, dejando la espuma caer sobre la gente que baila a mis pies, al lado del parlante en que me encuentro parada.
El grito de la multitud me renueva la euforia y bailo con más entusiasmo, mientras un hermoso pelirrojo me abraza por la cintura, depositando un beso en mis labios.
-Dicen que el primer beso del año siempre es el mejor -comenta coqueto, intentando seducirme.
-Entonces te vas a tener que esmerar más –respondo seductora, antes de volverlo a besar, esta vez con más énfasis.
Luego de bailar durante casi tres horas seguidas, siento que mis pies laten dentro del hermoso zapato de taco que estiliza mi figura, por lo que decido que es hora de ir a la cama.
-¿Te vas? –recrimina el pelirrojo interceptando mi paso.
-Nos vamos -contesto risueña, y él, sin dudar, camina tras de mí con decisión.
Lo llevo directamente a mi habitación, en la tercera planta de la casa de playa, dejando la fiesta del patio atrás. Ni bien entramos lo estampo contra la pared y comienzo a besarlo con fuerza, mucho más pasionalmente que en la pista. Siento su erección en mi entrepierna y el solo contacto hace que mis ganas aumenten.
Me alejo de él para remover las tiras del vestido de mis hombros, dejando que la tela se deslice hacia abajo, quedando completamente desnuda.
Veo que mi compañero abre mucho los ojos y se acerca para tocarme, pero lo empujo suavemente, indicando que siga contra la pared, a la espera de mis movimientos. Obediente vuelve a su lugar y me mira expectante.
Remuevo su camisa y desabrocho su pantalón, para luego bajarlo junto con su bóxer y arrodillarme frente a él. Cuando tomo su miembro en mis manos toda la excitación comienza a ceder, sin dudas esperaba algo de mayor tamaño, pero al menos la dureza es aceptable, por lo que me animo a seguir.
Succiono su miembro como la experta que soy y lo siento gemir de placer con cada movimiento de mi lengua. Siento su mano en mi cabeza y advierto que es momento de parar y dejarle en claro que haré solo lo que yo quiera y cuando lo quiera.
Freno en seco y me acuesto en la cama, abriendo las piernas. Señalo mi sexo e indico a mi compañero cómo seguir.
-Tu turno -hablo con voz firme.
El obediente pelirrojo no duda en besar y lamer mi clítoris, y agradezco que al menos en esto me sorprenda gratamente. Cuando finalmente acabo me incorporo nuevamente y lo obligo a sentarse en la silla que tengo a unos metros, frente al escritorio, para sentarme sobre él, recibiendo su miembro en mi interior. Con total libertad, comienzo a moverme al ritmo que deseo.
Luego de solo un par de embestidas advierto que mi compañero no tardará en venirse, por lo que comienzo a masturbarme para llegar al orgasmo y no quedarme con las ganas. Por suerte logro acabar solo unos minutos antes que él, así que puedo simplemente despedirlo, para que se retire de mi habitación.
-¿No me invitas a dormir con vos? –pregunta con cara de perrito mojado.
-No, no me gusta dormir con nadie. Gracias -contesto cortante, mientras cierro la puerta en sus narices.
Coloco la seguridad a la puerta y me tiro en la cama dispuesta a dormir, pero entonces suena mi teléfono y miro la notificación en el móvil. Una fotografía de Martín sin camisa, saliendo de la ducha, me hace mojar nuevamente.
-Feliz año nuevo, cuando quieras inauguramos el año -dice el texto que acompaña a su imagen.
Me río pensando que yo ya lo inauguré, pero decido que es mejor no contarlo, por lo que me limito a responder con otra foto, en la que se pueden ver mis pequeños pero bien formados pechos, solo cubiertos por uno de mis brazos.
-Feliz año para vos también. Cuando quieras -contesto antes de quedar dormida, sin si quiera esperar una respuesta.
Pilar
-5... 4... 3... 2... 1... ¡Feliz año nuevo! –dice el presentador de televisión favorito de mi mamá del otro lado de la pantalla, mientras ella, mi hermano y yo alzamos nuestras copas para brindar juntos.
-Feliz año nuevo mis mujeres hermosas -suma Ramiro con dulzura, mientras abraza a mamá y luego a mí.
-Feliz año chiqui -contesto con cariño y me acerco, haciendo que los tres nos fundamos en un solo abrazo conjunto-. Feliz año mami -digo hacia mi madre, que me devuelve la mirada con ternura.
-Feliz año mis amores -responde esta hermosa mujer, que junta fuerzas de donde no las tiene para mantenerse despierta por nosotros.
Los tres comemos el postre y reímos recordando viejas anécdotas. Solo unos minutos pasadas las doce mi madre comienza a toser cada vez más seguido y a agitarse sin motivo, por lo que Ramiro y yo la acostamos y arropamos, le damos su medicación y nos despedimos, dejándola descansar.
-No está nada bien -digo a mi hermano en cuanto la puerta se cierra.
-No chiqui, nada bien –me responde con tristeza, mientras me rodea con un brazo y me atrae hacia él.
Lloro en silencio en su pecho, pensando que nuestra madre tiene cada vez menos tiempo en este mundo, lo cual me parte el alma.
-Tenemos que estar preparados, hace tiempo sabemos cómo va a terminar esto -dice mi hermano con seguridad, y aunque sus palabras son duras, el amor que refleja su mirada es un alivio para ellas.
-Sí, ya se. Tres años más de lo pronosticado es mucho tiempo -contesto agradecida a la vida de que nuestra madre haya vivido bastante más de lo que los médicos anunciaban.
Nos abrazamos fuerte unos minutos más y después nos apresuramos a terminar el postre que hicimos junto con mamá, que es el favorito de ambos. Después de varias horas de conversación con Ramiro, me despido con un beso en la frente y subo a mi habitación a descansar, mañana la vida continúa y muy temprano tendré que despertar para atender a mamá, con la misma paciencia y amor que siempre.
Ramiro
Veo a Pilar desaparecer escaleras arriba y repaso en mi mente las imágenes de mi madre tan deteriorada, siendo atendida por nosotros en forma permanente. No es justo que la vida de una mujer que luchó tanto por sus hijos termine así.
Levanto los ojos y veo una foto de mi mamá a los 30 años, que descansa en un marco sobre la chimenea, como un claro recordatorio de que la juventud es solo un momento, aunque ahora parezca algo que durará por siempre.
Decido dejar de lado los problemas por un rato, así que tomo mi móvil y llamo a Verónica.
-Feliz año nuevo, te estaba esperando para celebrar –dice con voz sensual, del otro lado de la línea.
-Feliz año nuevo. ¿Qué estás haciendo? –pregunto sin mucha paciencia.
-Nada, llegué hace solo unos minutos de la oficina -contesta ya con menos entusiasmo.
-¿Querés que vaya? –ofrezco sin sonar muy convencido.
-Si querés, sí. Me gustaría -responde mientras escucho el sonido de la ducha abrirse.
-Perfecto, salgo para allá -afirmo mientras tomo las llaves del auto y salgo en dirección a su casa.
Como sucede normalmente, al llegar ni si quiera conversamos, sino que nos descargamos sexualmente el uno con el otro, para luego dormir abrazados hasta que el nuevo día nos invite a despertar y volver a trabajar, que es claramente la adicción que a ambos nos define.