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Felipe
Llevaba apenas quince minutos parado en este lugar y ya estaba seguro de que esto había sido un error monumental.
-En serio, ¿Felipe? -preguntó Romina, cruzando sus brazos.
Traté de mantener la poca dignidad que me quedaba al ver el rostro de desagrado de todos.
-¿Qué tiene de malo? -dije, señalando los juegos-. ¡Es una plaza de juegos!
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