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Amy
-Nos vamos -dijo el hombre que solo había entregado su esperma para que mi hermano y yo naciéramos.
Nathan levantó la cabeza, abriendo la boca para decir algo, pero le puse una mano en el brazo, apretando.
-No, -le susurré para que solo él escuchara-. No digas nada.
Él me miró con el ceño fruncido; sin embargo, entendió. Este hombre no era
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