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Joaquín
Camila dejó de respirar por un segundo, sus ojos buscando los míos. Luego soltó una carcajada que resonó en la pequeña sala.
-Definitivamente esta calentura te quemó la cabeza, viejito.
-Lo digo en serio, -insistí, pero su risa continuó mientras seguía embistiéndola frenéticamente.
-Claro que sí -dijo jadeando-. Seguro que mañana ni te
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