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Joaquín
Nathan y yo subimos al ascensor de mi edificio, y vi cómo sus ojos se agrandaron al observar las paredes de mármol pulido y los espejos brillantes.
Se inclinó hacia el espejo, arreglándose el cabello, inspeccionando cada detalle de su reflejo.
-Nunca había estado en un lugar así, -comentó, con los ojos brillando de emoción-. ¿Todo este
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