Capítulo 10 VALET

Sentía que no podía respirar. El espacio en el que me encontraba con él era demasiado pequeño para poder respirar. Aunque su auto era lujoso, amplio y a lo que seguro era del año, yo lo sentía como una prisión. Tampoco soportaba el hecho de que la piel de los asientos me tocara los muslos desnudos, no quería respirar el mismo aire que él en ese lugar. En ninguno en realidad.

Su auto olía a él, un aroma que había detestado y me causaba nauseas. Era tan fuerte que las secuelas de los recuerdos venían a mi mente a atormentarme y querer perder el conocimiento para no hacerlo más. En ocasiones traté de moverme lo más lejos de él posible para hacer más espacio entre su asiento y el mío, aunque era imposible. La idea de abrir la puerta mientras el auto estaba en plena función no pareció descabellada con tal de dejar de estar en ese espacio con él.

-¿Por qué tan callada, linda? -tuvo el descaro de preguntar cuando daba vuelta en el lugar donde mi edificio estaba.

Mentira. No era mi verdadero edificio, había sido el lugar que yo le había dicho donde vivía, pero no era de verdad.

-¿No vas a hablar? -preguntó y no lo miré, tan solo miré por la ventanilla mientras tragaba saliva-. Vamos, linda -dijo y entonces sentí su mano posarse en mi muslo.

Me tensé y la moví bruscamente para apartar su mano. En automático escuché un gruñido de su parte y sentí miedo. Pero no dijo nada, tan solo aparcó el auto frente al edificio y apagó el auto. Mis ojos se enfocaron en el edificio. Mi antiguo edificio.

-No sabía que habías vuelto a este lugar -dijo vacilante y fue ahí cuando apenas lo miré.

-No tenías por qué saberlo -le dije tratando de hacer que mi voz no temblara-. Gracias por traerme -traté de disimular aquellas palabras que había lanzado primero con odio.

Tomé mi bolso, mi mano fue a la manija de la puerta para poder abrir esta pero no hubo respuesta alguna. Volví a intentar y no abrió. Comencé a sentirme nerviosa. Mi mano temblaba y sentía el nudo en la garganta.

-¿Podrías abrir la puerta, por favor? -dije de la mejor manera mientras lo miraba.

Estaba sonriendo. Tenía esa estúpida sonrisa burlona en su rostro, porque sabía lo que provocaba en mí. Sabía el miedo que sentía en ese momento y de alguna manera él lo disfrutaba. Era un hijo de puta. Bastian Bachelor era un psicópata que disfrutaba de ver como le temía, como si mi miedo fuese un espectáculo para él.

-Por supuesto, linda -dijo aun sonriendo y bajó del auto.

Cuando lo hizo no despegué la mirada de él rodeando el auto, me daba miedo no mirarlo y perder algo que pudiese hacer en contra de mí. Cuando abrió la puerta me ofreció su mano, no la acepté y quizá aquello había sido un error pues era provocarle más. No podía pensar con claridad, no sabía qué era lo que tenía que hacer con exactitud y eso me asustaba.

Volvió a sonreír. Lo ignoré, pero después supe que tenía que despedirme para que se marchara.

-Gracias por traerme -le dije dedicándole una pequeña sonrisa-. Si gustas puedes ya irte.

Frunció el ceño aun manteniendo la sonrisa en sus labios. Carcajeó y negó.

-Te acompañaré hasta dentro del edificio, linda -sonrió de lado mientras metía ambas de sus manos en los bolsillos de su pantalón.

Me tensé, traté de ocultarlo lo mejor que pude.

-No es necesario, yo puedo sola -le dije y entonces de un solo paso se acercó a mí hasta tenerlo a centímetros de mí.

Sentí querer contener la respiración.

-He dicho que te acompañaré hasta dentro del edificio -declaró con sus ojos claros mirándome directo a los míos.

Tragué saliva, asentí y di un paso hacia atrás para dejar de respirar su costosa colonia que me hacía tener nauseas. Volví a asentir casi asintiendo como un cachorro regañado, me sentía pequeña, asustada y con ganas de gritar. Me di la vuelta y caminé a la puerta de mi antiguo edificio.

George. Pensé.

Si George seguía en el edificio le sorprendería verme y podría hacer algo que hiciera a Bastian darse cuenta de que mentía respecto a que ahí era donde vivía. Cerré los ojos deseando con todas mis fuerzas que George no estuviera ahí, aunque quisiese verlo. Cuando entramos mis ojos fueron directo hacia detrás del largo escritorio alto donde George solía estar apuntando cada recado, entrada y salida de las personas que vivían ahí. En lugar de ver a aquel hombre de anteojos vi a un hombre mucho más joven. Al verme me dedicó una sonrisa, yo hice igual y con la mirada quise pedirle ayuda porque claramente tenía que cumplir con el protocolo de preguntar a donde me dirigía si no vivía en ese lugar.

-Buenas noches -le dije solamente deseando que no me preguntara nada más y me dejara dirigirme al ascensor.

-Buenas noches -dijo el chico castaño mientras miraba como caminaba hasta al ascensor-. Disculpe, señorita. Tengo que preguntarle a que piso y apartamento va.

Maldije en mi mente. Me giré para mirarlo y de reojo vi a Bastian detrás de mí con los labios apretados pero una sonrisa asomando en estos.

-A mi apartamento -aclaré fingiendo la mejor sonrisa que pude y al mismo tiempo confusión-. Piso once, apartamento ciento diecisiete B -dije mi antiguo lugar.

El chico frunció el ceño, bajó la mirada a lo que parecía era la libreta con información. Hizo una mueca extraña, mostrando confusión y entonces ahí levantó la mirada de nuevo a mí.

-Ahí vive la señorita Lowkey -dijo claramente confundido y sin creer alguna de mis palabras.

Me quedé helada. Maldiciendo en mi cabeza.

-Es que ella es mi compañera de cuarto y...

-Discúlpela, ha sido una noche dura para ella -me interrumpió Bastian interviniendo y pasando su mano por mi cintura-. Ya nos vamos, tenga buena noche.

Quise hablar, pero entonces me jaló de nuevo hasta la entrada del edificio haciéndome caminar. Quise mirar hacia atrás. Mirar al chico y pedirle ayuda, pero el brazo de Bastian me sostenía con tanta fuerza que me hacía caminar con rapidez fuera del edificio, casi tropezando con mis propios tacones. Al salir de este me tomó del brazo con fuerza y yo me quejé.

-Espera... -dije pero entonces abrió la puerta del auto y me metió a este casi empujándome dentro-. Bastian...

Cerró la puerta casi en mi rostro. Jadeé por el susto y mientras rodeaba el auto quise abrir la puerta con desesperación, pero me fue imposible. Entonces subió al auto, lo encendió y arrancó.

-Eres tan estúpida -dijo con una sonrisa mientras miraba al frente-. ¿De verdad pensabas que podrías mentirme? Desde el momento en que me dijiste que vivías en ese lugar yo sabía la verdad. Sé exactamente donde vives, Valet. Sé exactamente todo y te has tomado el tiempo para mentirme en la cara. Parece que no aprendes.

Casi me pegué a la puerta y mis manos se aferraron al asiento casi clavando mis uñas. Temblé y las ganas de llorar me invadieron. En aquel momento no sabía qué hacer. No sabía qué hacer con exactitud. No sabía si el pedir ayuda era lo correcto o el quedarme callada. No sabía cual traería más consecuencias.

-Yo... -empecé a decir.

-Cállate -ordenó y lo hice.

Me sentí de nuevo humillada y asustada. Tan solo me aferré más al asiento casi pegando mi espalda a la puerta. Apreté mis labios para evitar que algún sollozo saliera de mi boca. Su rostro estaba serio, sereno, pero de una manera que demostraba lo cabreado que estaba. En ese momento quise golpearme a mí misma por pensar que el mentirle era una buena idea, sabiendo lo que podría provocar si se daba cuenta. Y lo había hecho.

-Bastian yo...

-He dicho que te calles, mierda -vociferó más alto de lo normal y me estremecí.

Quería gritar. Quería quedarme callada. Quería llorar en voz alta, pero traté de contenerlo o hacerlo en silencio porque tampoco quería que viera el miedo que me causaba. Al mismo tiempo quería preguntarle por qué lo hacía y por qué yo. Se suponía que yo había sido una carnada hace un año, no había razón para que él siguiera en mi vida. No encontraba una razón para la que él siguiera apareciendo en mi vida para atormentarme. Había logrado junto a su padre lo que querían que yo ocasionara, lo habían hecho y no entendía por qué seguía ahí.

No dije nada más durante todo el camino, tan solo unos minutos más cuando ya estábamos frente a mi verdadero edificio. Sabía dónde vivía y yo no se lo había dicho, eso me aterró. Apagó el auto y cuando pensé que bajaría de este para abrir mi puerta y bajar, se giró para mirarme. Lo hizo de abajo hacia arriba hasta llegar a mi rostro y sonrió. No sé por qué lo hizo, pero después se inclinó sobre mí y aunque yo quise apartarme más ya no podía, pues mi cuerpo ya estaba por completo recargado sobre la puerta. Me tomó del rostro con una sola mano casi tomándome del mentón con brusquedad.

-¿Qué más tengo que hacer para que te comportes eh? -dijo cerca de mi rostro y cerré los ojos temiendo a lo que pudiera hacer-. Abre los ojos -ordenó, pero no lo hice, no porque quisiera llevarle la contraria: por miedo-. ¡Que abras los malditos ojos!

Los abrí. Llenos de lágrimas esta vez sin poder ocultarlo. Lo primero que vieron mis ojos fueron sus ojos azules, mirándome directamente sin poder describir del todo lo que veía en ellos, pero había ira. Yo temblaba, lo hacía bajo su tacto, su cercanía y su tono de voz. No sabía qué era lo que iba a hacer, no tenía idea. Podía golpearme, podía dejarme sin respirar por unos segundos como había hecho antes, podía hacer lo que él quisiera y él ganaría por ser más fuerte que yo. No sabía como iba a tener que defenderme y detestaba sentirme tan débil ante su presencia.

-Vas a bajar del auto, vas a tomar mi mano y subiremos a tu piso -empezó a decirme cada cosa que tenía que hacer, yo asentí en automático sin pensar-. Y vas a hacer todo lo que yo te diga.

Quise protestar y preguntarle a que se refería, pero entonces se alejó y bajó del auto. Mi respiración era pesada, agitada y sentía que en cualquier momento dejaría de respirar. Miré como rodeó el auto y mis manos quisieron ir a mi bolso para mandar algún mensaje a alguien. Necesitaba que alguien interviniera.

Thiago.

Mis manos tomaron el celular con rapidez, con dedos temblorosos rápido fui al contacto de Thiago para poder mandarle mensaje, pero entonces la puerta se abrió y de inmediato bloqueé el celular. Asustada de que Bastian hubiese notado algo lo miré en espera de que volviera a reclamarme con ira sobre lo ingenua que podía ser en esos momentos. No lo hizo. Me ofreció su mano y la tomé con inseguridad mientras salía del auto. Miré alrededor, no había nadie caminando por ahí en ese momento, era tarde por lo tanto era poca probabilidad de que alguien pasara por ahí caminando. Tragué saliva cuando Bastian sin soltarme tomó mi mano y me hizo caminar hacia el interior del edificio. Yo miré a todos lados en busca de ayuda.

Dios. Alguien. Quien sea, por favor.

Entramos al edificio, me llevó directo a uno de los ascensores y estando dentro me hizo oprimir el botón de mi piso. Por un momento estuve por oprimir el de Thiago, pero no lo hice. Las puertas se cerraron y de nuevo ese insoportable pequeño espacio entre nosotros volvió. El ascensor empezó a andar y me quise apartar de él, pero me jaló de la mano atrapando mi cintura mientras me pegaba a él.

-¿A dónde vas, linda? -preguntó con diversión.

Cerré los ojos con fuerza y quise apartarlo de mí.

-Suéltame -logré decir y lo escuché reír.

-¿Por qué te resistes tanto? -masculló cansado, pero a la vez riendo mientras sentía su nariz rozarme el cuello.

-Por favor... -le rogué-. Déjame en paz, te juro que haré lo que quieras.

Yo no pensaba con claridad. El pánico se apoderaba de mí una vez más cuando aquellas secuelas de memorias vinieron a mi mente. Temblé y sin poder aguantarlo más comencé a llorar. Forcejee y entonces me apretó más contra su cuerpo mientras me besaba el cuello y sentía su lengua deslizarse por mi piel.

-¿Me vas a decir la verdad? -cuestionó entonces y sin entender bien a qué se refería yo asentí-. ¿Estás segura? -preguntó esta vez mientras me empujaba contra una pared y pegaba su cuerpo al mío.

-No sé a qué te refieres -dije sintiéndome presionada por su cuerpo.

Después sentí como me abrió las piernas con una de las suyas y luego presionó contra mi entrepierna.

-¿Has visto a Nathaniel? -preguntó de repente y abrí los ojos con miedo y confusión.

Nate. Me preguntaba si había visto a Nate. ¿Por qué me preguntaba eso? ¿A qué venía eso?

-No entiendo...

-¿Has visto a Nathaniel, Valet? -volvió a decir esta vez diciendo mi nombre y presionando más su pierna con mi entrepierna.

Sentí asco. Sin darme cuenta mis manos estaban a la altura de mi cabeza sobre la pared del elevador. No podía pensar con claridad que siquiera podía enfocar mi mente en lo que me estaba haciendo. Me preguntaba por Nate. ¿Qué tenía eso que ver?

Casi en el mismo momento en que las preguntas surgieron en mi cabeza la respuesta vino también. Claro, Nate. Todo esto se trataba de Nathaniel. ¿Sabía que lo había visto? Si lo hacía, ¿por qué preguntaba? ¿En qué le interesaba? ¿Qué importaba si Nate y yo nos veíamos? ¿No habían cumplido ya con su propósito? Nate trabajaba para ellos a lo que tenía entendido. ¿Cuál era el propósito ahora? Si bien sabían que yo a él ya no le importaba como antes y no era un impedimento para él en aquel mundo. Si bien habían conseguido que le rompiera el corazón.

-No -mentí porque por alguna razón supe que no debía decir la verdad.

-¿Estás segura? -su mano fue de nuevo a mi cuello, apretó y me quejé porque sentí dolor-. ¿Has visto a Nathaniel?

Volví a quejarme cuando apretó y entonces un tintineo se escuchó. Las puertas del ascensor comenzaron a abrirse y entonces me abrazó soltando mi cuello y luego besándome, tomándome desprevenida. Tardé en reaccionar mientras su boca se movía sobre la mía y entonces lo empujé con todas las fuerzas que me quedaban. Sorprendentemente accedió y cuando lo miré este sonreía divertido.

Asco. Sentí asco y nauseas.

Fue ahí cuando las puertas terminaron de abrirse y ahí vi a un chico de pie junto a estas. Cuando lo vi me espanté, sentí sonrojarme con mis mejillas ardiendo por el hecho de que probablemente había presenciado esa asquerosa escena entre Bastian y yo. Sin embargo, permanecía serio y sereno. Después dejó de estarlo, frunció el ceño mientras me miraba y luego una expresión de asombro apareció en su rostro.

-Hey, Valet -dijo entonces con una media sonrisa mirándome-. Te he estado esperando para hacer el proyecto, pensé que saldrías más temprano del trabajo.

Fruncí el ceño confundida. Mi nombre. Sabía mi nombre y yo no sabía quien era aquel chico. Me mantuve mirándolo por unos segundos, después sintiendo la mano de mi enemigo sobre mi cintura atrayéndome a él de manera disimulada. Había algo extraño. Había algo familiar en aquel chico. Entonces recordé donde le había visto. En una ocasión similar a esta donde también me había salvado y sacado de las garras de Bastian.

-Evans -logré decir casi en un murmuro cuando el nombre vino a mi cabeza.

El chico moreno de ojos verdes sonrió. Después miró al ojiazul a mi lado y sus ojos fueron a mi cintura donde la mano de mi pesadilla tocaba.

-Dijiste que hoy haríamos el reporte, no sabía que estarías ocupada -continuó diciendo Evans casi ignorando la presencia de Bastian cuando volvió a mirarme.

Tragué saliva. Estaba confundida y no pensaba con claridad. Evans. ¿Qué hacía ahí? Nunca le había visto en el edificio, en realidad, nunca le había vuelto a ver desde aquella vez en la subasta que me había ayudado a liberarme de Bastian mientras bailábamos. Ahora se encontraba aquí en mi edificio, casualmente en el momento exacto donde también necesitaba que alguien me ayudara a liberarme de mi pesadilla. Evans dijo algo de proyecto, como si fuese alguna especie de compañero de universidad, cosa que no era cierta, pero de alguna manera sonaba bastante seguro de lo que decía. Claro a mí no podía hacerme creer que eso era verdad porque sabía que no lo era, pero a Bastian sí. Entonces entendí.

-Lo siento, me atrasé un poco en el trabajo -le seguí el juego sin saber que era lo que exactamente pretendía el moreno.

Asintió como si comprendiera, después frunció el ceño mirando mi rostro.

-¿Estás bien? Tienes los ojos rojos -dijo y sabía que lo hacía con el propósito de que Bastian entrara en alerta porque claramente si me ayudaba a liberarme de él era porque no la estaba pasando bien.

Pero, ¿cómo lo sabía?

-Al salir del trabajo se ha lastimado el pie, pero ya lo solucionamos -Bastian dijo por mí aquella excusa mientras su mano se apretaba en mi cintura sintiendo como sus dedos se encajaban en mi piel.

Contuve el aliento por un momento sin saber qué era lo que tenía que hacer, pero el moreno me ayudó con ello.

-Menos mal, ahorita que entremos al apartamento puedo igual verificar si no te has hecho un esguince o algo de ese nivel. Mientras hacemos el reporte -recalcó aquello último asegurando el que tendríamos algo que ocuparnos.

Aquello era señal de que no contemplaba a Bastian en nuestros planes, agradecía y anhelaba eso. Entonces se acercó a mí el moreno mientras miraba al ojiazul a mi lado y con una media sonrisa que detecté que fue fingida se dirigió a él.

-Puedo ocuparme de ella desde ahora, no te preocupes. Está en buenas manos -dijo Evans mientras de una manera suave y lenta me apartaba de Bastian.

Parecía que se negaría, pues sus ojos azules no se despegaban del moreno. Mirándolo sereno, casi enfadado de que su plan se hubiese hecho añicos por la simple presencia de Evans. Lo miró de abajo hacia arriba, analizándolo y después manteniendo su mirada en su rostro con los ojos entrecerrados casi como si quisiese reconocerle de alguna parte. Claro que podía hacerlo, si tenía una memoria perfecta recordaría que Evans le había pedido que le dejara que yo bailara una pieza con él en la subasta. Sonrió.

-Claro, de eso no hay duda -terminó diciendo Bastian y casi sentí que podía volver a respirar. Me miró con una sonrisa de lado, me acarició la mejilla con su índice y sentí que me quemaba. Se inclinó hasta que su boca llegó a mi oreja-. Nos vemos pronto, linda -susurró y temblé.

Presionó sus labios en mi mejilla, dejando un beso ahí y después se alejó con aquella sonrisa que se ensanchaba cada vez más. Miró al moreno con cierto desprecio, pero a la vez con curiosidad y luego sentí como las manos de Evans me sacaban con lentitud del ascensor como si notara el trance en el que estaba. Bastian se quedó dentro del ascensor, mirándome con aquella sonrisa que llegaba ahora a aterrarme. Oprimió un botón sin despegar la mirada de mis ojos y cuando las puertas se cerraron me di cuenta de que había contenido el aire dentro de mis pulmones por un momento.

Respiré. Miré hacia abajo con la mirada perdida sintiendo el miedo invadirme una vez más. No importaba que él ya no estuviera ahí, Bastian ahora sabía el lugar exacto donde vivía. Sabía el edificio y el piso, no le costaría saber el número de apartamento.

-¿Se encuentra bien? -escuché casi como si fuera un eco.

No dije nada. Siquiera me moví ni miré a mi salvador. Aunque sabía que lo que más quería hacer en ese momento era arrodillarme y agradecerle una vez más por sacarme de las garras de mi enemigo, no reaccioné. Sentí mi respiración agitada, pesada y luego lenta. Luego sentí las ganas de llorar, el miedo de estar sola esa noche y el pánico.

-Lamento no haber intervenido antes, no estaba seguro de si había algo mal cuando salieron del edificio de su trabajo -dijo Evans esta vez y entonces aquello fue lo que me sacó del trance-. ¿Le hizo daño?

Mis ojos cristalizados subieron al rostro del moreno. Su facción serena volvió, como si el chico amigable que había fingido ser mi compañero hubiese desaparecido. Lo miré confundida por sus palabras. Lamentaba no haber intervenido antes porque no estaba seguro de si había algo mal cuando salimos del edificio del trabajo. ¿Acaso me había mirado? ¿Nos había mirado? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Sabía donde trabajaba? ¿Por qué sabía exactamente que algo había mal cuando me vio junto a Bastian?

Me aparté de él. No de una manera brusca, sino lentamente como si estuviese uniendo los puntos y analizando el cómo era posible que supiera aquello.

-¿Me observaste? -fue lo primero que pregunté y lo primero que pude formular-. Tú... ¿cómo sabes eso? ¿Me seguiste? ¿Cómo sabías que había algo mal con Bastian?

Comencé a dudar incluso de mi salvador, porque no le conocía. Porque, ¿cómo era posible que por segunda vez pudiese salvarme de la misma persona en el momento y lugar indicado? Me encontraba en una fase de mi vida donde era justo dudar de cualquier persona. Había tantas cosas que en ocasiones no entendía y las dudas no eran difícil de presentarse.

Evans se quedó callado. Me mantuve callada yo igual mientras nos mirábamos. Con la mirada fija en sus facciones trataba de encontrar alguna respuesta. Pensé en el momento de la subasta. Él conocía a Bastian.

<< -¿Conoces a Bastian?

-Todos conocen a Sebastian Bachelor. >>

Eso fue lo que había dicho en la subasta mientras bailábamos.

<< -¿Cómo supiste?

-Alguien me ha pedido que te sacara de las manos de Bachelor. >>

En pequeños fragmentos los recuerdos de aquella breve conversación entre Evans y yo mientras bailábamos vino a mi mente. Alguien le había mandado aquella vez a que me ayudara con Bastian. ¿Qué hay de esta vez? ¿Había sido por propia voluntad? Aquello era poco probable. ¿Podía ser tanta coincidencia el que justamente cuando Bastian y yo salíamos del edificio del trabajo Evans pasara y viera aquella escena? Pero, nadie más había sospechado nada. ¿Cómo sabía Evans que estaba en problemas entonces? ¿Cómo sabía el lugar donde estábamos? ¿Cómo sabía incluso el piso exacto de este edificio al que el ascensor subía y en el que bajaríamos Bastian y yo? Aquello podía ser una de dos cosas: podía ser una coincidencia bastante extraña o alguien le había mandado una vez más a ayudarme.

El moreno permaneció serio. Con ambas de sus manos frente a él como si fuese un soldado en una clase de posición de descanso. Lo miré de abajo hacia arriba mientras daba un paso hacia atrás y volvía a mirarle a los ojos. Me miraba sereno y con la mandíbula apretada. Giré mi rostro para poder mirarle de lado, casi con sospecha. ¿Por qué no hablaba?

-No fue coincidencia el que me vieras salir del trabajo con él... -dije más para mí misma que para él-. Entonces...

Me quedé callada por un momento primero queriendo asimilar la respuesta en mi cabeza, quizá para convencerme de que la idea no era tan descabellada y poca probable. Pero claro, su silencio me decía absolutamente todo.

-La primera vez alguien te mandó -empecé a decir mirándole aún de lado casi teniendo la respuesta en mi cabeza, pero al mismo tiempo sin tener nada-. ¿Acaso lo hizo la misma persona esta vez? -pregunté y de nuevo n recibí respuesta o palaba de su parte, tan solo volvió a tensar la mandíbula-. ¿Me has estado siguiendo? ¿Por qué sabes tanto y quién te ha mandado?

            
            

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