Capítulo 8 VALET

Cuando salió por la puerta quise detenerlo. Quise correr hacia él y quebrarme en sus brazos porque era lo que necesitaba. No lo hice. Simplemente dejé que se fuera y cuando cerró la puerta casi me dejo caer en medio de la sala soltando un sollozo. Sintiéndome completamente perdida y confundida. Sin saber qué hacer. Sin saber a quién recurrir. ¿Qué debía hacer? ¿Cómo sabía que lo que hiciera no iba a volver a traer consecuencias? ¿Cómo sabía en quién confiar?

''No te creo'', sus palabras resonaron en mi cabeza.

''Si no me lo dices tú, entonces alguien más lo hará'', fueron las palabras que dijo después de haberme negado a decirle la verdad.

Y me acarició. Su mano me acarició el rostro: la mejilla, el mentón, la barbilla incluso si no hubiese parado también habrían sido los labios, pero pareció reaccionar porque entonces se detuvo. Me miró de una manera que no había hecho desde que había regresado a la ciudad. Su mirada había cambiado y aquello casi me hace llorar porque como habría deseado que esa fuera la misma mirada que me hubiese dado la primera vez que nos volvimos a encontrar.

Algo había cambiado. No había miradas frías. No había odio, coraje o decepción. Había duda, sospecha e incertidumbre. No sabía si eso era bueno o malo. ¿Acaso lo sabía? ¿Qué era lo que sospechaba con exactitud? Sospechaba de lo que realmente había pasado, pero ¿lo sabría? ¿Tendría alguna idea cercana? ¿Podría darse la idea de lo que aquellas personas me habían hecho hacer? ¿Era probable que supiera lo que me había atormentado por noches haciéndome sentir sucia y miserable?

La puerta sonó sacándome de cualquier posible teoría que viniese a mi cabeza. Aunque mi mente quería seguir sumergiéndose en ese lago de preguntas sin respuesta, me tuve que abstener para ir a la puerta con la esperanza de que fuese él. Pero cuando abrí fue un rubio el que estaba ahí.

-¡Valet! -gritó mi mejor amigo de inmediato entrando y abrazándome-. Perdóname, ¿estás bien? ¿Cómo te sientes? De verdad, lo siento. Nunca más volveré a dejarte sola, lo juro. Pensé que estaba Cassie contigo, ya me di cuenta de que no puedo fiarme de esa mujer. ¿De verdad te encuentras bien? Me he encontrado a Nathaniel en el elevador, me ha dicho todo lo que pasó.

Me quedé quieta por unos segundos, negué con la cabeza y lo hice soltarme sutilmente.

-Estoy bien, tranquilo -le dije tratando de tranquilizarlo mientras sonreía un poco.

-¿De verdad? ¿No te duele nada?

Negué.

-El cuerpo un poco, pero estoy bien. Al parecer Nate se encargó de desintoxicarme -dije bajo cerrando la puerta y después girándome para caminar a la mesada.

Tomé el plato ya vacío, junto con el vaso y los llevé al lavaplatos para lavar todo. Miré hacia la estufa, percatándome de que en el sartén aun había chilaquiles. Aunque hubiese deseado devorarlos también, el apetito se me había ido y sentía el estómago ciertamente revuelto y pesado.

-Val, ¿todo bien? -preguntó mi mejor amigo acercándose a la mesada.

Levanté la mirada, lo miré y asentí.

-Sí -dije solamente y saqué un tupperware para ahí guardar el resto de los chilaquiles que había dejado Nate en la estufa.

-¿Nathaniel estaba en LAVO? -preguntó.

Guardé los chilaquiles en el refrigerador, junto con la jarra de jugo de naranja que había preparado Nate. Me encogí de hombros y después me giré de nuevo a la mesada para lavar ahí los platos y cubiertos.

-Supongo.

No miré a mi mejor amigo, pero sabía que su mirada verde probablemente estaba fija en mí. Quizá confundido o con ganas de preguntar más.

-Val -dijo entonces acercándose a mí y casi haciendo que mis manos dejaran de tallar el plato con la esponja-. ¿Pasó algo?

Me hizo mirarlo. Me miraba preocupado, con el ceño ligeramente fruncido y con los labios ligeramente entreabiertos. Su mirada buscaba respuesta en mi rostro. Me quedé callada. Apreté mis labios y cuando los abrí para hablar nada salió de mi boca. Fue entonces cuando me quebré. Negué y entonces comencé a llorar. Mi mejor amigo abrió los ojos sorprendido y confundido, y justo cuando sentí que iba a entrar en un ataque de ansiedad me abrazó.

Lloré. Lloré en su pecho mientras él me abrazaba y su mano me acariciaba la espalda tratando de tranquilizarme. Lloré como una niña pequeña sin ver el momento en el que pararía. No podía soportarlo más. No podía seguir guardándome todo aquello. No podía no tener a una persona con la que soltarme. Necesitaba a alguien que pudiese verme llorar y aceptar el que no pudiera decir nada. Porque no podía hacerlo. No podía decir absolutamente nada y aunque eso me ahogaba, prefería que eso pasara a sufrir las consecuencias.

-No quiero estar aquí -sollocé en su pecho casi aferrándome a él-. No puedo estar aquí.

No dijo nada. Lo agradecí porque era exactamente lo que necesitaba. No necesitaba a alguien que me dijera qué era lo que tenía que hacer. Había recibido muchas órdenes en los últimos meses y eso me había traído aquí. Solamente necesitaba a alguien que escuchara lo que yo dijera sin necesidad de que me tuviese que decir que estaba bien o mal. Solo quería soltarlo, liberar todo lo que me había atormentado, pero sabía que no podía. Por eso solamente podía permitirme el llorar. Hacerlo incluso hasta secar.

Lo más seguro era que Thiago pensara que lloraba por Nate. Lo hacía, lo hacía por Nathaniel. Pero también lo hacía por mí. Me había perdido. Me había perdido a mí misma en el trayecto de perderlo a él, de perdernos a nosotros. Y no dependía de él, simplemente que el haberle hecho lo que hice esa noche no había sido lo único que había pasado. Me lo había callado por tanto tiempo. Había tratado de ignorar aquel acontecimiento. Traté de olvidarlo y enterrarlo, pero el tener al causante de mis pesadillas en el mismo edificio que yo trabajaba hacía más difícil el trabajo. Me hacía más difícil el poder ver a Nate a los ojos. Me hacía difícil el poder fingir que solamente él había sido el roto aquella noche.

Quería decírselo. Había sido lo primero que quería hacer, correr a sus brazos y decirle. ¿Cómo lo hacía si el hacerlo ponía en riesgo el anhelo de Nathaniel?

Thiago me dejó llorar. Lo hice creo hasta que ya no pudieron salir más las lágrimas. Hasta que me sentí exhausta. Pero no más de lo que me había hecho sentir este año.

Estando a una semana de mi cumpleaños, el trabajo me traía loca. Clarissa me había pedido terminar con unos archivos para la siguiente negociación con otra empresa. Me había tomado gran parte de la tarde hasta que llegó la noche. Aunque se había ofrecido a quitarme un poco de trabajo me negué, no podía aceptar ese lujo siempre. Así que me quedé en mi pequeña oficina hasta tarde incluso viendo como varios compañeros del trabajo dejaban el sus respectivos cubículos y salas dando fin a su día de trabajo.

Aunque yo deseaba hacer lo mismo, decidí no hacerlo hasta terminar la mayor parte de los archivos. De esa manera el día de mañana podría ocuparme de otras cosas y reduciría mi tiempo de trabajo.

-Valet, ¿por qué sigues aquí? -una voz femenina se escuchó dentro de mi pequeña oficina después de que la puerta de esta se abriera.

Alcé la mirada para encontrarme con la pelinegra de ojos brillantes.

-Quiero terminar la mayor parte de los archivos, así mañana podré ocuparme más con otras cosas y ahorro tiempo -me excusé diciendo aquello mientras giraba un poco sobre mi silla giratorio y me encogía de hombros.

Clarissa se quedó mirándome con los ojos muy abiertos, después miró la computadora frente a mí y luego los papeles esparcidos por el escritorio. Hizo una mueca.

-Has de estar cansada, ya casi todos se están yendo y ya es tarde. ¿No quieres que te lleva a casa? Ya está atardeciendo y no tarda en oscurecer, ya sabes que el clima pronto cambiará y anochece más temprano que antes -hizo una mueca mientras acomodaba de su bolso en hombro.

-Estoy bien. Gracias, Clarissa. Seguro pronto acabaré y tomaré un taxi, te lo agradezco de todos modos -dije con sinceridad mientras le mostraba una sonrisa en mis labios.

No pareció convencida. Hasta que después de unos segundos me devolvió la sonrisa, dio un paso hacia atrás y tomó la manija de la puerta.

-Mark está en la sala C. En un rato no tarda de también irse, puedes pedirle igual que te lleve, ten por seguro que no le será molestia -dijo antes de salir de la oficina cerrando la puerta detrás.

Sonreí un poco ante su sugerencia, que claro que aunque viniese de ella no iba a tomar. Si bien Mark me había dejado en claro que la confianza a este punto ya era transparente, aún me sentía apenada al tratarle de 'tú'. Habían sido tan buenos conmigo al seguir teniéndome aquí, siendo que era una estudiante con otras obligaciones, me daban mucho la mano y eran comprensibles.

La otra cosa es que, Clarissa me había dicho aquello porque claramente conocía a Mark. Era obvio que esos dos tenían algo. No exactamente algo sexual, era bastante notorio lo que había entre ellos. Las miradas, las sonrisas, los tratos, todo. Igual hacían bonita pareja, pero lo que no entendía era el por qué no lo decían abiertamente. En ocasiones llegaban juntos, en otras por separado. A lo que tenía entendido ambos estaban solteros. No había algo que pudiese detenerlos.

En fin, el caso era que habían sido más amables de lo que una estudiante como yo pudiese esperar de sus jefes en una gran empresa como esta. No podía quejarme y creo que era por eso que también había decidido conservar este trabajo a pesar de las dificultades. Aunque bueno, también me beneficiaba el que me sirvieran como prácticas en para la universidad. Era todo un paquete completo en beneficio.

Pasaron probablemente veinte minutos donde llegué a terminar la mayor parte de los archivos. Cuando me pesaron los párpados y sentí la vista cansada, fue cuando decidí poner un alto, guardar todo y acomodar todo en su lugar antes de irme. Entonces alguien tocó a la puerta, no vi quien era porque me encontraba de espaldas frente al escritorio así que solamente hablé.

-Adelante -dije sin mirar mientras fruncía el ceño acomodando los papeles dentro de una carpeta.

La puerta se abrió, apenas un rechinido y unos zapatos entrar.

-¿Tan tarde y sigues aquí, linda? -dijo la voz.

De inmediato me tensé. Me puse fría y contuve la respiración por un momento. Mis manos casi sueltan las páginas en la carpeta, pero de inmediato las dejé en el escritorio y me giré sobre mis tacones para mirar a la persona que había pronunciado esas palabras antes.

Tragué saliva. Traté de ocultar el miedo y el terror alzando mi mentón.

-¿Qué quieres? -escupí con cierto coraje.

Bastian sonrió de lado, con esa típica sonrisa arrogante. Sus manos se encontraban dentro de los bolsillos de su pantalón. Me miró de lado, sin borrar alguna pizca de la sonrisa. Después miró por la puerta, de reojo, sonrió un poco más y dando solamente un paso hacia adentro cerró la puerta detrás de él. Luego bajó la cortina cubriendo el cristal que me permitía ver el exterior de mi oficina. Me tensé aún más y sentí mis manos comenzar a temblar a cada lado de mi cuerpo.

-Sólo hice una pregunta -dijo después de soltar un suspiro.

Comenzó a caminar hacia mí y yo retrocedí casi chocando con el escritorio. Una sonrisa divertida apareció en sus labios por eso.

Maldito hijo de...

-Entonces, ¿trabajas hasta tarde? -preguntó acercándose al gran librero que había en una esquina. Deslizó su dedo por ahí y después me miró-. ¿Cómo está tu mano?

Apreté mis manos detrás de mí, sintiendo coraje y asco. ¿Cómo podía ser tan hijo de puta?

-Dude que eso a ti te importe -contesté sintiendo el nudo en mi garganta formarse.

Sonrió de lado, como si mi respuesta no le sorprendiera. Era claro que él sabía que el tenerlo ahí era algo que no deseaba. Sin embargo, a él no le importaba aquello.

Siguió caminando casi alrededor del pequeño espacio, mientras yo sentía que poco a poco me asfixiaba su presencia ahí. Mis manos se aferraron al escritorio detrás de mí y mis ojos siguieron el trayecto que él caminaba por el lugar, hasta que se detuvo y me miró.

-Me gustabas más cuando tenías más peso. Has adelgazado -dijo sonriendo de lado mientras me miraba de abajo hacia arriba con descaro-. Pero igual podría disfrutar de ti de esa manera.

Las nauseas volvieron a mí. Sentí mis uñas clavarse a la madera del escritorio y mis piernas temblar un poco, traté de disimularlo, pero en ese momento no sabía si podía hacerlo completamente.

-Eres un cerdo -mascullé y me miró de lado.

La sonrisa se ensanchó más de un lado que de otro. Sus ojos claros parecieron oscurecerse y negó casi soltando una risa. Se acercó a mí a pasos lentos, y aunque yo quise retroceder terminé chocando con una de las paredes. Bastian quedó a centímetros de mí, aún con la sonrisa de lado, pero después borrándola mientras me miraba con los ojos entrecerrados y apretaba la boca. Mi respiración se hizo pesada, podía oler su colonia que, aunque olía bien había detestado ese aroma. Había llegado a sentir ese aroma en mí durante meses y había detestado eso, había tratado de quitarlo de mi piel casi hasta hacerme sangrar en cada ducha que tomaba. Sin darme cuenta de que todo era psicológico y que aunque la presencia de él no estuviese ahí, estaba en mi mente y eso era más que suficiente para hacerlo una pesadilla.

Tragué saliva cuando me miró la boca, su mano subió a mi cuello acariciando este y sentí que me quemaba. Un ardor insoportable.

-¿Vas a decirme que no lo disfrutaste? -preguntó cerca de mi rostro sintiendo como sus dedos me acariciaban el cuello de una manera tortuosa.

Temblé, no pude evitarlo. El recuerdo volvió de nuevo a mi cabeza y sentí las lagrimas asomar en mis ojos, pero las contuve.

-No recuerdo nada -balbucee en un hilo de voz girando mi rostro hacia otro lado para no seguir mirándolo.

Por el rabillo del ojo pude notar una sonrisa burlona en sus labios y lo odié. Chasqueó la lengua.

-Es verdad, no lo haces -sus dedos subieron a mi mejilla acariciando esta-. Es una pena, yo lo disfruté bastante -dijo con una sonrisa y sus dedos volvieron a bajar a mi cuello-. Se sintió tan bien estar dentro de ti. Aunque decías desesperadamente el nombre de Nathaniel como una puta...

Antes de que terminara lo empuje y mi mano estampó en su mejilla sin pensar. El impacto fue tan fuerte que la palma de mi mano ardió por el golpe en seco. Lo miré con asco, con odio, con ganas de hacer más que solo un patético golpe. Bastian no emitió algún sonido, tan solo se quedó así, con el rostro ligeramente hacia un lado por el golpe, relamió sus labios y después sonrió mirándome con una mirada que me dio miedo y en automático quise salir de ahí.

Rápido quise salir de ahí pero entonces me tomó del brazo y con brusquedad me jaló estampándome contra la pared. Jadee por el impacto y su mano fue a mi cuello apretando este.

-No se te ocurra volver a tocarme de esa manera -dijo cerca de mi rostro mientras me miraba amenazante-. Eres una cualquiera. No te creas especial. El único chico que pudo haber visto algo en ti fue Nathaniel Vaughan y dudo que quiera seguir viéndote siquiera ni en una pintura. Eres hermosa... -su otra mano bajó por mi cuerpo hasta llegar a mis muslos, apretó ahí y después subió su mano a mi trasero donde apretó con fuerza casi pegándome a su cuerpo-, pero no eres más que una cara bonita, Valet. Eres una puta cualquiera, y si te preguntas qué es lo que hago aquí entonces pues la respuesta es muy fácil: me gusta divertirme con mis juguetes, tú eres uno de ellos y yo juego con ellos hasta que me canse.

Su mano se apretó alrededor de mi cuello casi dejándome sin aire mientras por mis mejillas comenzaban a correr las lágrimas. Traté de apartar su mano del agarre en mi cuello, pero no podía. Era mucho más fuerte que yo.

-Suél...suéltame... -logré mascullar sintiendo como comenzaba a faltarme el aire.

Su otra mano siguió tocándome. Con descaro y sin piedad, haciéndome sentir sucia. Me tocó los senos, los apretó, me tocó de nuevo las piernas y el trasero como si quisiese dejar en claro que él podía hacer todo lo que a él le placiera. No podía respirar, sentía que en cualquier momento me desmayaría por la falta de oxígeno. Mis pies comenzaron a moverse descontroladamente sobre mis tacones haciendo ruido.

No me va a matar. No puede. Al menos no aquí.

-Por favor... -mascullé sabiendo que no faltaba mucho para que perdiera la conciencia.

Aquella palabra logró sacar una sonrisa en su rostro, algo que pude ver antes de que la vista se me nublara. Entonces me soltó. El oxigenó volvió a mis pulmones y respiré sonoramente mientras tocía descontroladamente y sentía que me desvanecía ahí mismo. Sus brazos me atraparon antes de que pudiese caer al suelo. Hubiese deseado hacerlo antes de que él me tomara en sus brazos, pero me sentía muy débil en ese momento para protestar o apartar sus manos. Incluso tuve que sostenerme de él para que mi vista volviera a ser clara. Mis manos se aferraron a su traje sintiendo de pronto nauseas.

-Me gusta que me ruegues -lo escuché decir con diversión.

Luego la puerta se escuchó, unos pequeños golpes. Alguien entró.

-Valet, ¿sigues...? -fue la voz de Mark la que dijo aquello-. Sebastian, ¿todo bien? ¿Qué pasa? -preguntó después preocupado.

Claramente sabía que pasaba algo, yo aferrándome a Bastian, él sosteniéndome en brazos mientras mi cuerpo estaba débil.

-Vine a conversar un poco con Valet sobre la documentación de negociación y de repente le dio un mareo -dijo Bastian fingiendo preocupación.

Quise golpearlo, quise apartarme y mirar a Mark pero apenas lo hice la mano de Bastian me apretó con fuerza en modo de advertencia.

-¿Estás bien, Valet? -preguntó Mark preocupado y dando unos pasos hacia nosotros.

La mano de Bastian volvió a apretarme con fuerza, como un recuerdo a que no fuese a decir algo más de lo que pudiera arrepentirme. Tragué saliva sintiendo ardor en la garganta, miré a Mark de reojo porque sabía que podría ver mis lágrimas y eso levantaría sospechas. Asentí como pude.

-Solo necesito descansar -dije lo mejor que pude ocultando el nudo en mi garganta.

Mark asintió mirándome, completamente preocupado.

-Has trabajado mucho hoy. Fueron muchos archivos que organizar, trataré de ponerte menos trabajo en estos días, Valet. Me encargaré de eso, anda ya a casa a descansar. Puedo llevarte si gustas...

-No será necesario, Mark. Puedo ocuparme yo de eso, yo la llevo -dijo Bastian aferrando su agarre a mí y quise gritar.

No. Por favor, no.

-¿Estás seguro, Sebastian? -preguntó Mark.

-Sí, no te preocupes por eso Mark. De todos modos, pensaba ofrecerme a llevarla -dijo Bastian y quise mirar a Mark para decirle con la mirada que todo aquello era una mera máscara.

-De acuerdo. Valet, si no te sientes bien para el día de mañana puedes tomarte el día libre, sin ningún problema -dijo Mark y apenas lo miré retrocediendo hacia la puerta.

Asentí.

-Gracias -fue lo único que salió de mi boca.

Sonrió, miró a Bastian y asintió.

-Buenas noches, que descansen -dijo antes de salir por la puerta.

Cuando lo hizo sentí la mirada de Bastian en mí. No quise mirarlo, pero me hizo hacerlo tomándome por la barbilla y levantando mi mirada. Me sonrió de lado, me acomodó los mechones de cabello detrás de la oreja y se relamió los labios.

-¿Qué tal si me permites llevarte a casa? Seguro necesitas descansar, linda.

            
            

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