Capítulo 9 NATHANIEL

-No entiendo tu indecisión, Nathaniel -la voz de Henry dijo mientras yo caminaba a paso lento alrededor del despacho-. ¿Acaso no te he ofrecido lo mejor? Estamos a noviembre, en un mes se cumple ya casi un año desde que dejaste de trabajar en Los Ángeles. Te he mantenido aquí con trabajos, pero ambos sabemos que no se comparan a tu vida allá.

Una sonrisa quiso formarse en mis labios, no me lo permití.

-Claro, pero aún no me satisface del todo -dije sereno solo respondiendo a su pregunta casi sin importancia mientras sentía la mirada confusa de Henry en mí.

Evidentemente aún se cuestionaba por qué dudaba tanto en volver a firmar ese contrato, aunque la primera vez no había aceptado y había sido casi a la mera fuerza. Él pensaba que después de todos estos meses terminaría aceptando por mi propia cuenta. Él había creído que todo lo que me había brindado era más que suficiente. Claro que había sido suficiente, pero eran cosas que no me apetecían.

Sin embargo, esta era la ocasión perfecta para obtener lo que necesitaba.

-Me has ofrecido ser gerente en Los Ángeles -dije deteniéndome detrás del sofá que estaba en el centro de la habitación.

-Así es. No aceptaste -dijo casi incriminándome.

Sonreí de lado. Aun con los brazos cruzados, pero enseguida apoyando mis manos sobre el respaldo del sofá inclinándome ligeramente.

-Me has ofrecido ser tu mano derecha -le miré atento.

De nuevo volvió a asentir.

-Tampoco aceptaste -repuso.

Apreté mis labios sin despegar la mirada de él. Sonreí de lado y volví a incorporarme. Me acerqué al carrito donde los licores yacían, tomé el vaso con hielo y vertí en este un poco de whisky después de llenar la mitad con hielos.

-No habría mucha diferencia, Henry -dije antes de dar un trago a la bebida.

Aunque no lo miraba directamente, sabía que la confusión persistía en sus facciones. Era obvio que no entendería nada de lo que yo le decía y mucho menos lo que estaría por decirle para que inconscientemente él actuara de la manera en que yo quería que hiciera.

-Una mano derecha hace movimientos -comenté aquello mismo mientras alzaba mi diestra y la miraba-. Movimientos importantes y de confianza. La mano derecha es la mayor caja fuerte, la que todo lo sabe y la que al saberlo todo ayuda a la otra mano. ¿Acaso tenemos el mismo concepto de mano derecha, Henry?

Los ojos de Henry parecieron estar perdidos por un momento, después la diversión asomó en estos. Sonreí para acompañar aquella diversión que se expresaba en su rostro, después bajé mi mano y di otro trago al whisky dejando que el frío líquido resbalara por mi garganta.

Caminé de nuevo por la habitación, esta vez exhalando después de un trago. Mirando las paredes que había memorizado ya de tantas veces que me había encontrado ahí. No solamente por la cantidad de veces que había estado ahí, sino porque los últimos meses me había encargado de memorizar cada detalle. Todo con aquel propósito que tanto había planeado.

-Podríamos estar en la misma sintonía, muchacho -dijo de repente y vi como se colocó frente a su escritorio-. ¿Qué es lo que quieres?

Sonreí para mis adentros.

-Verás, Henry -comencé de nuevo a decir mientras daba otro trago-. Me resulta ya aburrido solamente enfocarme en una cosa; apostar, jugar, apostar. Es exhausto y bastante rutinario, ¿no crees? Me gustaría que me dieras otros trabajos. En múltiples ocasiones te he ayudado con tus negocios, ¿te ha fallado alguno? -terminé preguntando, yendo directamente al grano.

Henry me miró mientras llevaba una de sus manos a su barbilla, tocando esta de manera pensativa con los ojos ligeramente entrecerrados, pero con la mirada fija en mí.

Negó.

-Todos han brindado grandes frutos.

-Exacto y sinceramente es algo que disfruto -sonreí con la mentira ya libre de mi boca-. Como has dicho, ya casi se cumple un año de que trabajo junto a ti -me acerqué a él a pasos lentos mientras llevaba el vaso a mi boca y daba otro trago. Me detuve frente a él y sonreí-. Me necesitas, Henry. Ambos sabemos que podrías crecer en este mundo conmigo, ya lo has hecho con tan solo seis meses trabajando en Los Ángeles para ti. Algo que tus hijos no han logrado hacer del todo desde que los tienes también en este mundo y yo sí.

Los ojos claros de Henry me miraron con sorpresa, era obvio que aquello no lo esperaba. Mucho menos en aquel momento en el cual justamente él me preguntaba que sería de mi estadía en sus negocios.

-¿Qué quieres con exactitud, Nathaniel? -cuestionó de nuevo cruzándose de brazos mientras me miraba.

Esbocé una sonrisa sin querer ocultarla esta vez. Di unos cuantos pasos hacia atrás, después dando un trago y dejándome casi caer en el sofá. Crucé una pierna colocando mi tobillo sobre la rodilla opuesta y extendí uno de mis brazos por el respaldo del sofá. Mis ojos se mantuvieron fijos en el vaso transparente de cristal, con mi boca apretada y los ojos mirando los hielos dentro.

-Ser tu mano derecha -dije simplemente como si fuese algo obvio hablado a lo anterior-. Puedo hacer los trabajos que hacen tus hijos mucho mejor de lo que lo hacen ellos dos juntos. Aunque ahora que estamos siendo sinceros y hablamos de negocios, tengo que ser franco contigo en decir que no he visto algo benéfico que haya hecho tu hijo Alejandro.

Aunque sé que no era algo apropiado de decir a un padre, sabía que Henry me daría la razón.

-No puedo contradecirte en aquello, muchacho -incluso sonrió y yo le acompañé con una sonrisa igual de lado-. Pero, temo que todo esto tenga algo que ver con Sebastian después de...

-¿De que le haya dado una paliza? -terminé diciendo sin miedo alguno, sonreí-. Ha pasado ya casi un año, Henry. Créeme que mis resentimientos contra tu hijo han muerto, aquella vez estaba cegado por la situación que conoces a la perfección. No me interesa más eso. Ahora lo que me interesa es que me adentres más a este mundo del cual me has convencido durante todo este tiempo. ¿Acaso piensas que aquel enojo iba a durar una eternidad?

Henry parecía confundido, sorprendido y sin tener respuesta alguna de cada una de mis palabras.

-Me sorprende todo lo que me dices, muchacho. Por un tiempo pensé que seguías siendo el mismo Nathaniel de hace un año, veo que tu manera de pensar sobre los negocios y de tu estadía en estos rumbos ha evolucionado de una manera fructífera -confesó sorprendido mientras rodeaba de nuevo el escritorio-. Aún no me has dicho todo lo que deseas con esta petición.

Terminó por sentarse en la silla detrás del escritorio apoyando sus manos entrelazadas sobre su abdomen.

-Ya te lo dije, ser tu mano derecha. Infórmame de todo lo que hagas, quizá en algunas cosas pueda reemplazar tu lugar si es lo que necesitas. Puedo seguir brindándote noches de juego...

-En...

-Aquí -le interrumpí ante su intento de interrumpir mis palabras-. Nueva York, por ahora. Quizá después de estar lo suficientemente a tu nivel podría volver a Los Ángeles.

De nuevo aquel gesto de llevar su mano a su barbilla apareció. La rascó y frotó con sus dedos mientras me miraba.

-¿Estás dispuesto a entrar por completo a estos rumbos, muchacho? -preguntó como si de verdad considerara el que fuese algo que me gustara o no.

-¿No es acaso lo que siempre me animaste a hacer? Hace un año me dijiste que ya estaba dentro, aunque fuese mínimo mi trabajo en esto, me dijiste que estando dentro ya no había salida -sonreí, di un trago más al whisky dejando este en mi boca por unos segundos para hacer tiempo y después dejarlo resbalar-. Si voy a estarlo, quiero hacer algo importante a lado de la persona más influyente que conozco.

Aquellas palabras llenas de mentiras fueron lo que él necesitaba para sonreír y terminar por convencerle de mis falsos deseos. Carraspeó su garganta y ahí supe lo que se vendría entonces. No necesitaba que lo dijera en voz alta para saber lo que diría, pero el escucharlo era una prueba más de que su confianza estaba sobre mis hombros. Justo lo que necesitaba.

-¿Qué propones? -dijo finalmente mientras me miraba con atención.

Sonreí, me incliné aun estando sentado y bajando la pierna de mi rodilla para apoyar mis brazos sobre estas.

-La pregunta es: ¿qué es lo que quieres que haga primero? -cuestioné ladeando mi cabeza.

Una sonrisa divertida asomó en su rostro. Una sonrisa llena de diversión y ambición.

-¿Estás dispuesto incluso a tratar con mercancías? -preguntó entonces y en mi interior sonreí aún más.

-¿No he sido lo suficiente claro? -pregunté sonriendo.

Aunque parecía que Henry no daba crédito a mis palabras, parecía que por fin había ganado ese trofeo que tanto había anhelado desde hace un año. Rió un poco, negó y se inclinó sobre el escritorio.

-Me alegra que por fin hayas tomado un solo rumbo -empezó a decir mientras juntaba ambas de sus manos sobre la madera costosa del escritorio-. Hay algo de lo que quiero que te encargues -se levantó de su silla volviendo a rodear el escritorio y colocándose frente a este para mirarme-. Y requiere mucha discreción, sé que tú tienes ese don, ¿no es así, Nathaniel?

La sonrisa volvió a formarse en mis labios. Quise reír, pero lo contuve dentro de mí mientras alzaba el vaso en su dirección y luego lo llevaba a mi boca.

-¿Quieres firmar entonces contrato de este nuevo puesto para ti? -preguntó.

Reí negando.

-Henry, ¿en serio seguiremos con las formalidades? -me levanté dejando el vaso en una pequeña mesa a un lado. Me acerqué al castaño y extendí mi mano hacia él-. Creo que este tipo de lazo que nos unirá de ahora en adelante no necesita de tanta formalidad. Mucho menos si ahora estaré al tanto de cada uno de tus movimientos y tú estás al tanto de los míos.

Aunque al principio la duda perduró en sus ojos, terminó estrechando mi mano. Ahí fue cuando sonreí, él lo hizo igual, pero a diferencia de mí él sonría por un logro a su beneficio. Yo sonreía por un logro a mi beneficio que sería su destrucción.

Paso uno: realizado.

            
            

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