-Señor Vaughan, ¿apuesta o se retira? -preguntó el croupier mirándome.
Mi mirada estaba fija en el chico frente a mí. Me miraba serio, pero podía notar los nervios gritar en su cuerpo. No había podido disimular el calor y sudor que lo asechaban. La manera en que casi se había deshecho la corbata alrededor del cuello, la manera en que había desabrochado un primer botón en su camisa, y también el ver como pasaba el dorso de su mano por su frente para limpiar el sudor. Definitivamente los nervios lo carcomían y eso era por una razón que conocía bastante bien.
Había dos opciones. La intimidación o la mala jugada que tenía en su mano. Cualquiera me beneficiaba.
-Raise -dije tomando el doble del valor de cifras que el contrario había colocado en el pozo antes, elevando la cifra actual de la apuesta.
Abrió los ojos sorprendido, aunque había tratado de disimularlo.
-Muestren sus cartas -sentenció el croupier y ambos jugadores lo hicimos-. Full House -comentó al ver mi jugada y después miró a mi contrario-. Nada.
Sonreí y el contrario solo hizo una mueca que trató de ocultar. Me hice hacia atrás tomando el vaso de whisky que estaba en la esquina de la mesa, después dando un trago a este ignorando la mirada de mi contrincante.
-El señor Vaughan gana esta penúltima ronda -afirmó el croupier haciendo hacia mi lado todas las fichas que estaban en el centro.
-De nuevo... -se escuchó un susurró en la habitación.
Por el rabillo del ojo vi a Walter, quien ahora era encargado de supervisar mis juegos cada que podía. Me miró con una ceja alzada y me encogí de hombros con despreocupación.
-Me estoy aburriendo -dijo acercándose a mí murmurando.
-Yo igual -confesé con una sonrisa mirándolo por unos segundos con el vaso a centímetros de mi boca.
Rodeó los ojos cruzado de brazos.
-No parece, ya termina con esto para poder sacar el culo de aquí -me pidió en voz baja mientras el croupier barajeaba las cartas para volver a repartirlas.
Casi suelto una carcajeada. Negué poniendo el vaso de nuevo en la esquina de la mesa mirando de nuevo a mi contrincante. El croupier repartió las cartas, las miré de inmediato, pero sin poner atención a si tenía una buena jugada o no. Simplemente suspiré, despreocupado y aburrido. Tomé todas mis fichas y las arrastré hasta el centro. Los ojos del chico se abrieron confundidos.
-All in -aclaré mi garganta antes de que los murmuros de sorpresa comenzaran a escucharse alrededor.
El croupier miró al rubio. El chico con el que jugaba. Este no lo miró sino que mantuvo la mirada fija en las fichas en el centro. Después la alzó hacia mí y yo enarqué una ceja sonriendo de lado y volviendo a tomar del vaso esperando a su próxima acción.
Negó, casi dándome a entender que no tenía otra salida.
-Check -dijo y casi quise carcajear.
-Si hace check sale del juego, le daría la victoria al señor Vaughan por ser solamente dos jugadores -le explicó el croupier mientras le miraba-. ¿Está seguro de que quiere hacer check?
El rubio apretó los labios. También tensó la mandíbula apretándola con sus manos sobre el borde de la mesa. Sus ojos fijos en las fichas en el centro, después en sus cartas y luego de nuevo en mí. Aproveché ese momento para dar un trago más mientras le sostenía la mirada.
-Check -repitió y sonreí al alejar el vaso de mi boca acabando con todo el licor que contenía dejando solamente los hielos.
Se escucharon gruñidos, quejidos, susurros de celebración y maldiciones.
-El señor Vaughan gana -anunció el croupier apuntándome y dándome absolutamente todas las fichas.
Me alejé, me giré tomando mi saco que había dejado sobre la silla detrás de mí. Miré a Walter, me miró divertido con una ceja alzada, pero al mismo tiempo con una expresión de alivio y descanso.
-¿Tanto te costaba en acelerar la victoria? -preguntó acomodándose su saco y remangándose las mangas de su camisa por debajo del saco del traje.
Me encogí de hombros.
-A veces es divertido -confesé sonriendo de lado.
Negó sonriendo y rodeó los ojos.
-Voy por el maletín, ¿te vas adelantando? -preguntó alzando ambas de sus cejas mientras tomaba nuestro maletín.
Asentí llevando una de mis manos a mi cabello haciendo este hacia atrás con mi mano. Miré en dirección al otro lado de la mesa, ahí estaba el rubio mirándome casi sorprendido pero sus ojos analizándome detenidamente, casi queriéndose meter en mi mente cuando sus ojos chocaron con mi mirada. Sonreí de lado e hice un asentimiento. Este también lo hizo.
Bueno, al menos era un buen perdedor.
Miré todas las personas en la habitación, viendo cada una de sus facciones y acciones con los ojos entrecerrados. Hombres intercambiaban billetes o cheques entre sí. Se estrechaban la mano y después algunos reían u otros gruñían. Miré en dirección a Wayne, quien estaba en la puerta mirándome directamente. Gruñí en voz baja, negué y caminé en dirección a la puerta abriendo esta y viendo como el hombre que era un poco mayor que yo se acercaba a mi espalda.
-Esta noche no quiero de tu supervisión -dije mirándole directamente con el semblante serio.
Aclaró su garganta mientras sus manos seguían juntas frente a él como si estuvieran en posición de descanso.
-El señor Bachelor me ha pedido que estos días esté cuidándole la espalda -aclaró su garganta mirándome serio.
-No me importa lo que lo que él te haya pedido, no requiero de tu supervisión. Ya van dos meses donde me dices exactamente lo mismo, anda a tomarte la noche -demandé después dándome la vuelta y escuchando los pasos de Wayne casi pisarme los talones.
Casi suelto otro gruñido. En los últimos tres meses había sido un total infierno el trabajar para Henry. Parecía que quería hacer de mi vida aquí un infierno para terminar firmando la renovación de contrato para tenerme de vuelta en Los Ángeles. Algo que no estaba en mis planes.
Tenía a Wayne como guardaespaldas siguiéndome cada paso. Algo que Henry había hablado conmigo en una ocasión y que evidentemente me negué a tal propuesta. Claro era que a Henry no había respetado esa decisión y había mandado aún así a Wayne a cuidar de mis espaldas. Tampoco le creí aquellas palabras. Sabía que lo hacía para saber cada una de las cosas de hacía. En ocasiones le había descubierto incluso siguiéndome hasta el edificio y había explotado más de una vez yendo a ver a Henry para reclamarle sobre aquellas acciones.
Despreocupado. Henry reaccionaba de manera despreocupada ante todas mis quejas o incluso fingía comprenderme. Lo que él no sabía era que sabía que todas esas actuaciones yo ya me las sabía. Si bien él me dejaba en claro que hablaría con Wayne para disminuir esas acciones, sabía que en mi ausencia le decía todo lo contrario.
Al salir del casino subí a mi auto, vi a Wayne subir al auto negro detrás del mío. Rodee los ojos por aquello. No podía ir a ninguna parte sin sentir sus pasos. En ocasiones lograba perderlo en el tráfico, pero la siguiente noche volvía a tenerlo detrás de mí. Cada noche de juego era lo mismo, incluso llegaba a pensar que en algún momento también lo haría por el día. Si llegaba a hacerlo entonces sería mi límite para mandar todo a la mierda con Henry.
Esperé por unos minutos a Walt, que después subió a mi auto con ambos maletines y estiró sus brazos para dejarlos atrás. Me miró y yo lo miré con ambas cejas alzadas.
-Una de estas noches terminaré golpeándote enfrente de todas esas personas -me dijo casi fulminante y carcajee.
-Vamos, no quieres que humille al jugador apenas sea la primera ronda, ¿o sí? -cuestioné encendiendo el auto y después dejando una mano en el volante.
-No en la primera, pero al menos en la tercera -aclaró su garganta y se puso el cinturón acomodándose en el asiento-. Ahora tenemos que ir a LAVO a entregar los estúpidos maletines.
-¿Acaso preferirías estar en Los Ángeles que aquí? -pregunté negando y arrancando.
-Por supuesto que no, al menos aquí estás tú para salvarme el pellejo de Henry. Está idiotizado contigo, sabes -me miró de reojo.
Sonreí de lado y me encogí de hombros.
-Aunque aquí ves más seguido a Henry. Cuando estabas en Los Ángeles no era tanto el que tuvieras que estar en su presencia.
-Desde que llegaste aquí a Nueva York. Es como si quisiese estar donde tú estás para asegurarse de que no huyas -bromeó y sonreí de lado negando.
-Hablando de huir, creo que en estos momentos huiremos de alguien -miré el retrovisor donde el auto de Wayne seguía detrás de nosotros.
Walt giró su rostro, miró hacia atrás y después hizo un gesto de enfado.
-¿Todavía tienes a ese idiota siguiéndote los pasos? -preguntó con disgusto.
En ese momento me metí entre un auto y otro, después volviendo a cambiar agradeciendo que hubiese espacio entre estos para hacer varios cambios de carril y perder a Wayne detrás de nosotros.
-Cuidado con lo que dices. Wayne me ha dicho que ha colocado un micrófono que va directo al móvil de Henry y puede escuchar todo lo que dices aquí-dije serio mirándolo por unos segundos.
De inmediato Walter me miró con los ojos muy abiertos. Casi como si quisiesen salirse de sus órbitas. El terror asomó en estos y entonces sonreí.
-Solamente jodo -reí negando y volviendo a mirar al frente.
-Nathaniel quieres que renuncie a este trabajo, verdad -me reprendió Walt sin dejar de mirarme y carcajee.
Miré de nuevo el retrovisor, a unos cuantos carros atrás estaba Wayne tratando de entrar en los otros carriles tal como yo había hecho, pero aquello le costaría pues la acumulación de autos ya era muy notoria. Aceleré doblando en una calle como atajo para llegar al club, cambiando aquella ruta de siempre para poder al menos distraer por unos minutos al detestable guardaespaldas y secuaz de Henry.
-Créeme que el que renuncies creo que es lo mejor que podrías hacer -repuse relamiendo mis labios para humedecer estos.
-Me pagan muy bien -contestó y sentí su mirada fija en mí.
Asentí. Casi había olvidado ese detalle. Walter no tenía estudios, simplemente había tenido suerte en que Henry le hubiese dado el empleo como casi mano derecha de él en El Vice, estando en Los Ángeles. Ahora que yo estaba acá en Nueva York, había decidido traerlo a él también, cosa que beneficiaba a Walt pues le había subido el sueldo.
-Entiendo -dije solamente apretando mi boca mientras seguía con la mirada fija al frente estando a pocas calles de llegar a LAVO-. ¿Cómo está tu hermana? -pregunté mirándole para tratar de cambiar un poco aquel rumbo de tema.
Respiró profundo después soltando un suspiro.
-Bien, quedó en una universidad ahí mismo en California -comentó y asentí como indicativo a que le escuchaba-. Entrará a medicina.
Alcé una ceja y le miré de reojo.
-¿En serio? Eso está muy bien, es lo que siempre quiso, ¿no? -pregunté con la mirada fija en el lugar de nuestro destino en el cual estacioné el auto a unos cuantos metros.
-Sí, es por eso por lo que no puedo renunciar a este trabajo, Nathaniel -me miró-. Henry me da más de lo que creería que podría ganar algún día en un trabajo. Me da lo suficiente para poder pagarle la carrera a mi hermana.
Al llegar al lugar aparqué el auto. Lo apagué y aclaré mi garganta para mirar al castaño.
-Entonces gana todo lo que puedas, gana lo suficiente y ahorra para sobrevivir un año. Después de eso deberías considerar tú entrar a la universidad, créeme que valdrá la pena -dije después dando dos palmadas en su hombro.
Antes de que pudiese decir algo más, abrí mi puerta abriendo esta para salir del auto. Vi que Walter hizo lo mismo después abriendo la puerta trasera tomando ambos maletines. Me miró mientras yo rodeaba el auto hasta subir a la acera y apoyarme en el auto.
-¿Un cigarrillo? -preguntó mirándome a los ojos y después bajando la mirada a mi mano que se metía en el interior de mi saco.
Sonreí de lado, ladeé un poco la cabeza después sacando la cajetilla de mi saco. La abrí, tomé un cigarrillo colocándolo entre mis dedos y extendí la cajetilla al castaño ofreciéndole. Negó e hizo una mueca.
-Voy a entregar los maletines, ¿quieres después tomar un trago aquí mismo o ir a otra parte? -preguntó.
Encendí el cigarrillo ya entre mis labios, guardé el encendedor y después de dar una calada volví a tomar el cigarro entre mis dedos para expulsar el humo por la boca.
-Lo termino y entro, espérame en la barra -dije haciendo primero referencia al cigarro.
Walter asintió, se dio la vuelta y caminó hasta la entrada del club donde al verlo, los guardias dejaron entrarlo sin preguntar. Miré a la par, donde la fila de personas estaba casi hasta la esquina de aquella calle. Negué sonriendo mientras volvía a dar otra calada al cigarrillo. Sostuve en mi pecho el humo y después lo liberé por la boca mirando hacia otro lado.
Miré hacia arriba. La noche predominaba y las estrellas apenas podían verse por todas las luces de la ciudad.
Mirando al cielo volví a dar otra calada, un poco más larga que las anteriores dejando que más humo entrara a mis pulmones. Probablemente jodiéndolos de una manera en la que nunca pensé que haría. Si bien había detestado ese olor en mi infancia. Si bien aquel olor me traía secuelas de una infancia detestable, ahora era lo que lograba calmar mis ansias.
Habían sido tres meses en los que la rutina había cambiado, pero definitivamente ahora era una rutina a la que me había acostumbrado. Cuatro noches de juego a la semana. Algo que antes no me hubiese permitido pero que ahora había hecho para poder llevar a cabo lo que tenía en mente. Henry se había encargado de seguirme los pasos cada noche de juego. Yo me había encargado de infiltrarme en sus asuntos privados. Ahora que tenía un lazo que me conectaba más a él, me era más fácil el descubrir que era lo que realmente Henry planeaba hacer conmigo cuando me negara a seguir trabajando para él. Algo que definitivamente estaba en mi cabeza desde ya hace meses.
Lo que me confortaba es que Jessica y la bebé estaban a salvo. William también lo estaba. Ella también lo estaba. Me había encargado de asegurarme de que las personas con las que pudiesen amenazarme estuviesen bien en cualquier momento.
El recuerdo de ella volvió a invadir mi cabeza. De nuevo su imagen volvió a mi mente y fue algo que no quise apartar por unos segundos. La pregunta de el cómo estaría no tenía caso del todo, pues tenía una idea por lo informes de cada semana que tenía sobre ella. Aunque sabía que exactamente no podía tener una idea del cómo se sentía después de todos estos meses.
No nos habíamos encontrado desde aquella vez que desperté en mi apartamento y ella no estaba a mi lado sobre la cama. Por un momento llegué a pensar que todo había sido un sueño, hasta que al estar en mis cinco sentidos percibí su aroma por toda la habitación. Quería pensar que estaba en la cocina o en el baño. De verdad deseé en ese momento que siguiera ahí, pero no estaba. Se había ido, otra vez. Y no sabía si aquello había sido lo mejor. No sabía si hubiese preferido ahorrarme todas las palabras que tenía guardadas para decirle, o que simplemente se hubiese quedado para hablar. Porque el dolor y el coraje seguía ahí, pero la oportunidad de hablar para que me diera una explicación también lo estaba.
Esa mañana me levanté de la cama, de inmediato salí de la habitación y...
-No está -escuché a Walter y bajé la mirada hacia el castaño que venía hacia mí.
-¿Quién? -pregunté dando otra calada al cigarrillo.
-Henry, no está -dijo con una sonrisa de lado expresando el alivio en su rostro.
-¿No está? -pregunté frunciendo el ceño extrañado por aquel hecho.
-No está, he tenido que dejar los maletines en su despacho. Quien si estaba ahí era Alejandro, me ha dicho que padre ha volado a Miami a unos asuntos de otra posible apertura de club -dijo igual de confundido que yo.
Alcé una ceja. Dejé salir el humo lentamente de mi boca esta vez alzando la mirada hacia arriba casi expulsándolo hacia el cielo. Di otra última calada, corta y después tiré el cigarro al suelo mientras volvía a soltar el humo esta vez por la nariz. Pisé la colilla con la suela de mi zapato y después me incliné para tomar este y mirar a Henry.
-Bueno, entonces podremos hablar de Henry hasta que le zumben los oídos -vacilé sonriendo y después apartándome del auto donde antes había estado apoyado.
Walter sonrió. Cuando avancé este se dio la vuelta y lo alcancé tirando la colilla del cigarro en un bote de basura que vi ahí de pasada. Entramos al club sin tener que hacer fila o recibir cuestiones de los guardaespaldas, justo en ese momento vi por el rabillo del ojo el auto de Wayne dar vuelta en la cuadra, acercándose al club. Quise reír. Había tardado lo suficiente para darme privacidad fumando mi cigarrillo, lo que exactamente quería.
Al entrar el humo de las máquinas de vapor, la música, el olor a cigarro y alcohol invadió mis sentidos. Siendo ya algo a lo que me había acostumbrado. Las luces rojas y azules invadían mi panorama. Walter y yo fuimos a la barra donde antes de que pudiésemos pedir algo, el bartender al verme sonrió y de inmediato comenzó a preparar mi bebida. Henry tan solo al llegar pidió un chupito de tequila, como de costumbre, pues era amante de este.
-¿Cómo es que siempre tienen tu bebida preparada cada que llegamos? -preguntó el castaño mirándome cuando llegamos a la barra donde yo solamente me apoyé sobre mis brazos.
-Ya es una costumbre -me encogí de hombros.
-Aquí tiene, señor Vaughan -dijo el bartender dejando frente a mí el ron que siempre solía tomar en aquel lugar.
Tomé el vaso, llevándolo después a mi boca para dar un trago y luego relamer mis labios dejando ahí un poco la esencia de vainilla que la bebida tenía. Me quedé mirando un punto fijo en la barra, por el rabillo del ojo mirando a Walter tomar del shot y después hacer una mueca para girarse en dirección a donde las personas bailaban.
-¿Qué hay de ustedes esta noche, caballeros? -preguntó el bartender apoyándose en la barra sobre sus manos-. ¿Llevarán una chica a casa esta noche? -cuestionó vacilante con una sonrisa.
-Lo más seguro es que yo sí, hay que aprovechar que el jefe no está -bromeó Walter a mi lado quien rió junto al bartender-. ¿Qué hay de ti, Nathaniel? -preguntó mirándome.
Sonreí de lado mirando mi bebida mientras con mi mano movía el vaso en círculos para mezclar de una mejor manera los hielos y el ron. Negué sonriendo y di un trago dejando resbalar la esencia de vainilla que contenía el ron.
-No creo que me sea posible -me encogí de hombros sin dar mucha importancia.
-¿Por qué? -preguntó Walt.
Di otro trago a la bebida, después alejando el vaso de mi boca, pero lo suficiente para poder mirarlo y hablar.
-Dudo que la chica que quiero llevar a casa esté aquí.