Aquella cosa era lenta, sí. Y mientras mantuviera ese ritmo ligero, le sacaría suficiente distancia. Se mojó los labios y al notar la sangre, se asustó por un momento. Entonces se acordó de la pobre liebre. ¿Qué podía hacer ahora? La respuesta le llegó como si ella se la hubiera susurrado. En primer lugar, sobrevivir. Soltó una corta carcajada y se
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