Después nunca llegó a saber cómo lo hizo. ¡Nunca! Estaba de rodillas, junto a las piernas del hechicero, pero ya no era un niño indefenso de siete años. Giró sobre sí mismo, sin cambiar de postura, y pegó el primer puñetazo en la ingle del hombre con toda la fuerza que pudo.
Merlín gritaba. Igrane gritaba. Vio la ira sin piedad en el rostro de la
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