-Es... la fiebre –comenté agitada, y el negado. Me tomó de la cintura, empujándome nuevamente al interior, entramos a un cuarto de servicio. Y mi espalda chocó contra algunas escobas y demás productos. Su boca, se apoderó de la mía y sus manos se quedaron quietas en mi cintura. Sus puños presionaban, con temblores mi ropa.
-Alexa... -susurró entre mis labios, y mis caderas chocaron contra las suyas. Su estaba miembro erecto, gemí ante el contacto. Pero sus manos no bajaron, como en la otra ocasión.
-¿Por qué no me toca? –pregunté jadeante, y el neg. Levantó mi barbilla y volvió a besarse. Su lengua danzaba en mi boca, sus manos envolvieron mi cintura y nos unimos tanto. Nuestra piel parecía mezclarse, y ser uno solo.
-No quiero lastimarla... -susurró y después añadió: -usted merece alguien especial... -comentó y me encogí de hombros. Desprendí el vestido, dejándolo caer frente a él, pero para mi sorpresa, antes de que mis senos quedaran descubiertos, me vistió. Y cuando la última tira quedó en su lugar, dejó un beso depositado en mi hombro.
-Señor... -susurré.
-La conozco desde que tengo memoria.
-Sé que soy mayor que usted. Pero, no pensé que la edad sería un impedimento para usted –susurré avergonzada y agitada, quería que me devorara contra las escobas y me hiciera el amor.
-¿Me acompañará en la reunión? –quiso saber observando cada uno de mis movimientos, aún sentía el rastro de sus besos.
-Solamente... si me da otro beso –murmuré llena de vergüenza y el asentado, sosteniendo mi nuca entre sus manos y atrayendo mi boca contra la suya. Era raro, cómo Eliana, nunca me había besado, pero sí como Emlia.
¿Acaso estoy delirando por la fiebre?
Nos separamos por la falta de aire, abrió la puerta y observó de un lado al otro. –Vamos, no hay nadie –comentó y me tomó de la mano. Acomodé como pude mi aspecto, y me hice un rodete.
El me observó.
- ¿No querrás que sospechen? –quise saber y el se río.
- ¿Qué usted y yo nos acostamos? Eso sería imposible... -comentó riéndose divertido y lo observé sorprendida por sus palabras –No quise decir que... -intento arreglar lo que había dicho rompiéndome el corazón y mi autoestima en mil pedazos.
-No se preocupe. Entiendo señor –comenté en tono seco, y lo adelantado para que no me viera llorar. Tuve que ocultar detrás de mi boca, un sollozo que se escapó de lo profundo de mi garganta. Pero cuando entré a la sala de juntas, emití la mejor sonrisa. Ninguno me vió, y me gustó en este momento no ser Eliana.
A ella si la mirarían, ella era perfecta. Mientras que yo, solamente soy la chica de gafas enormes.
Los ojos cristalinos, estaban ocultos detrás del cristal de mis gafas. Mi jefe, se acercó y colocó su mano detrás de mi espalda, pero me aparté. Quedé de pie, detrás del. Mientras hablaba y yo le iba alcanzando algunas imágenes y herramientas. Suspirar. Sintiéndome triste, estaba dándome cuenta de algo que me dolía.
Siempre sentí algo por mi jefe. Y ahora que me había besado, pero como la persona que era, era raro. Y eso que habíamos intimidado, incluso pude sentir sus labios en mi vagina. Pero esto... por alguna razón era diferente.
-Muchas gracias a todos por venir –comenté con una sonrisa y después de ordenar todo, llevándolo a la oficina de mi jefe, tomé mi cartera para marcharme. Cuando estaba a punto de salir por la puerta, él me interceptó. Sus ojos azules se clavaron en los míos y bajé la vista.
-Lamento mis palabras...
-Nada de lo que dijo es mentira. Usted está casado y yo...
-Es un negocio, sabe que no es de verdad –respondió y negué.
- ¿Qué quiere? –quise saber, mis ojos se clavaron en los suyos. Me soltó, su vista se clavó en la ventana que siempre veía.
-N-no lo sé –respondió y asentí, para finalmente alejarme de su lado.
Tres días pasaron, cuando me sentí mejor supe que debía volver como Eliana. Le envié un mensaje anunciándole que mi mamá estaba bien y tampoco contestó. En cuanto llegué a la csa, lo vi sentado afuera. Estaba tomando algo, y me observaron con desinterés para fijar su vista en el paisaje.
Me acerqué lentamente, con una valija vacía a su lado. –Hola... No respondiste mis mensajes –protesté.
- ¿Deberías? –preguntó sin mirarme y me encogí de hombros.
-Creo que sí... -susurré –Soy tu esposa después de todo.
-Es solo un negocio –contestó y yo asentí.
-Es verdad pero...
-No me molestas ¿Puedes irte? –preguntó enojado, arrojando la botella a un costado. Pasó por mi lado y dí un respingo cuando cerró de un portazo ¿qué le ocurría? Confusa, ingresé ala casa y lo busqué con la mirada. MI valija, quedó en el medio del pasillo.
Avancé por la oscuridad hasta llegar al primer piso. Y observé su puerta entre abierta –Maldición responde...
Mi teléfono comenzó a vibrar, como Alexa. Lo apagué con disimulo y ví de reojo que arrojaba el teléfono a un costado y sacaba una botella de debajo de la cama. Bebio de un trago, y ahí ingresé.
-Acordamos que no tomarías en la casa –comenté cruzada de brazos y el rodó los ojos.
-¿Por qué volviste? –preguntó con fastidio –estaba bien tranquilo, nadie nos va a contradecir márchate. Me da igual, si te mueres –comentó en un tono tan frío que me dio escalofríos.
-¡Soy tu esposa! ¡No puedes tratarme así! Eres un... -dije pero el se puso de pie, para tomarme de la cintura y empujarme hacia la puerta.