-Soy qué? ¡Diez centavos! –gritó y temblé entre sus brazos. Comencé a llorar, temblorosa ante su grito tan abrupto. Él me soltó, y se dio la vuelta para tocarse el rostro –Lo siento.
-¡Te detesto! Eres malo –comenté y me giré sollozando, cargada de tantas emociones.
-¿Soy malo? –preguntó y me dio una sonrisa escalofriante –No sabes lo malo que pued