Capítulo 6 6

Después de unas horas finciendo amor frente a su jefe y de un pico después de decir "acepto", la noche pasó sin ningún otro contratiempo. Se marcharon en un Ford descapotable de los años sesenta y finalmente llegaron a la casa de Lionel. Tan pronto como pisaron el suelo, él la observó con aburrimiento y se giró para irse a dormir. No le gustaba estar rodeado de personas, a menos que fueran bailarinas en poca ropa.

-¡Oye! -protestó Alexa, pero él no se giró para seguir avanzando-. Se supone que estamos casados ​​​​-murmuró temblorosa.

Finalmente, él se detuvo y Alexa se acercó a pasos firmes, rodeándolo. Lionel bajó la vista para fijarla en ella. Le resultó... ¿Bonita? Supuso que ese era un adjetivo acorde a esa mujer, aunque le parecía insoportable y aquello restaba la belleza que poseía.

-¿Qué? ¿Quieres acompañarme? -preguntó él. Ella levantó una ceja para negar, pero ya era tarde. Lionel la tomó entre sus brazos y la recostó sobre la pared. Una mano detrás de su cintura cayó hasta sus glúteos y los presionados.

Alexa rodó los ojos para darle un empujón.

-Al cabo que ni quería... puedo cogerme mujeres de verdad -se burló, pero no esperaba recibir un cachetazo de la dama.

Alexa observó sorprendida la mejilla roja de su ahora esposo. Su piel se volvió más pálida de lo normal y retrocedió un paso, luego otro. Lionel se limpió un hilo de sangre que caía en la comisura de sus labios y la vigilaba furioso.

Era raro verlo así. Corrió a su lado y la tomó del cuello con brusquedad. Poco a poco, Alexa pudo sentir que el oxígeno no pasaba por su garganta y que estaba quedándose sin aire.

-P-por favor... -suplicó, pero Lionel siguió presionando hasta que la soltó arrojándola al suelo. Se limpió el saco, como si ella lo hubiera ensuciado, y se dio la vuelta. Alexa, perpleja por haber sido estrangulada por su esposo, se levantó.

-¡Soy tu esposa! ¡Te gusta o no! -gritó a todo pulmón. Lionel se giró, buscó algo en su bolsillo y dijo:

-Bien. Diez, son diez mil dólares. El próximo mes te daré más, ahora vete. No me interesa tenerte en esta casa.

-Somos marido y mujer. Merezco y debo estar aquí -susurró con la voz quebrada y los ojos llenos de sufrimiento. Él le lanzó una sonrisa ladina mientras avanzaba, pero ella, a pesar de temblar por ese hombre, no se dejó intimidar.

-Entonces... -comentó mientras bajaba el cierre de su pantalón, sacando su enorme miembro frente a ella-... mételo en tu boca... -canturreó divertido. Lionel se río de la desgracia de aquella mujer. Y ella lo sabía.

Pero contra todo pronóstico, se arrodilló frente a él y metió el prepucio en su boca y luego hasta el fondo. Comenzó a pasar la lengua por toda la extensión del pene, y él gimió al sentir aquella boca tan húmeda y pequeña rodear su miembro. Sintió que estaba a punto de venirse, aquella mujer sabía cómo chupárselo. Pero cuando su miembro, empezó a largar semen, sintió un fuerte dolor. Se contrajo y miró a su esposa.

-¡Maldita zorra! –exclamó, tomando su miembro aterrado.

-¡Idiota! –exclamó furiosa y se dio la vuelta para encerrarse en la primera habitación que vio.

Cinco días pasaron, Alexa aún trabajaba como asistente y no era tan difícil llegar al trabajo. Apenas se veían en la casa, y él la esquivaba todo lo posible. Ella y parte se sentía agena a ese sitio, pero no demostraría la debilidad y menos frente a él.

Bajaba la cabeza cada vez que él se acercaba, Brianna se reía, le decía que no podía ser tan distraído y no se daba cuenta de que era ella misma. –Señorita... -comentó su jefe, dándole un respingo. Estaba de pie frente al escritorio, pero su mente se había ido a otro planeta.

-S-señor... -susurró y el levantó la vista. –Tu prima es insoportable ¿Cuánto tiempo era aconsejable esta boda? –quiso saber exasperado, ansioso por liberarse de aquella mujer.

-Un año mínimo señor... -murmuró y se dio la vuelta para evitar sus ojos.

-Maldición, la mataré antes de que termine el mes ¡Es una molestia! –gritó furioso, dándole un golpe al escritorio.

-Señor, ¿y si intenta llevar las cosas mejor? Digo... si alguien descubre la mentira...

-¡Tienes razón! Debería organizar una fiesta, celebrando nuestro matrimonio y esas mierdas ¿es buena idea Alexa? –preguntó y se puso de pie. Alexa vestía un pantalón ajustado, había tenido un infortunio con la estufa de su habitación. Ya que era terca, y no quería los servicios de la casa y ella misma lavaba su ropa en el baño.

Lionel, no pasó desapercibido ante el cuerpo femenino y tonificado debajo de esa falda corta hasta las rodillas con un tajo que permitía ver sus piernas. Se sintió excitado, la falta de sexo después de estar casado lo estaba enloqueciendo.

¿Desde cuándo había mirado de otra manera a Alexa? Era la única mujer que no estaba en la categoría de "escultura", no, no podía.

-Señor... -le llamó al sentir sus ojos en ella -le pasa algo?

-Alexa... necesito sexo. Búscame una cita con alguna mujer... -murmuró frustrado inclinando la cabeza hacia atrás –quiero meter este miembro en un calentito coñ...

-¡Ya, ya! Entendí –respondió pero la idea de que su esposo estuviera con otra mujer, no le agradó del todo. Sintió una mezcla extraña en el pecho y un vacío. -¿Por qué no intenta con su esposa?

-¿Qué? ¡No! Tú mándame unas buenas mujeres a la casa, quiero ver su cara cuando me visiten –bromeó y Alexa hizo una mueca, antes de asentir y salir de la oficina.

-Idiota –siseó, antes de tomar el teléfono y tener que llamar a algunas amantes conocidas. Al caer la noche, Alexa pudo escuchar un fuerte golpeteo en su habitación. Al acercarse y abrir la puerta, se encontró a Lionel con el torso descubierto y sí, era una obra maestra.

"No mires esa tabla de chocolate Alexa ¡No lo hagas!". Se regañó a sí misma, pero fue tarde. Cuando bajó la vista, se sonrojó. La "v", estaba perfectamente alineada y su pantalón estaba algo bajo dejando ver algunos vellos púbicos. Se imaginó, su lengua pasando por allí y saboreando su piel.

-¡Mujer! –gritó Lionel y ella se sobresaltó, observándolo -¿Dónde están? –preguntó furioso, y le dio un empujón el cual ella devolvió con el ceño fruncido.

- ¿Qué cosa? –quiso saber cruzado de brazos y el la observar furioso.

-¡No te hagas! ¿No me quieres decir? –preguntó y cerró la puerta antes de tomarla de la cintura y subirla a su hombro como una bolsa de papas.

-¡Bájame! ¡Lionel! –gritó y él emitió una sonrisa, era la primera vez que ella lo llamaba por su nombre. Y le encantó, se la imaginó boca abajo, mientras penetraba su rico año. Ese simple pensamiento, le hizo tener el miembro erecto.

Empujó de una patada una puerta. Y la empujó antes de cerrar con llave, al encender la luz, Alexa observó perpleja que era un cuarto BDSM.

"Ay no", pensó alarmada.

El cuarto está imbuido de una atmósfera intrigante y sensual desde el momento en que se cruza el umbral. Las paredes, pintadas en tonos oscuros, ofrecen un contraste seductor con los destellos de luz que emanan de las velas estratégicamente colocadas por la habitación. El suelo está cubierto con una alfombra mullida que amortigua cualquier ruido, invitando a los pies descalzos a explorar con confianza.

En el centro de la estancia se encuentra una robusta cruz de San Andrés, hecha de madera pulida y adornada con anillas de metal en cada extremo, sugiriendo infinitas posibilidades para ataduras y juegos de sumisión. A su lado, una mesa de madera oscura sostiene una colección de juguetes eróticos cuidadosamente organizada: látigos de cuero, fustas, esposas, cuerdas de seda y una variedad de pinzas y abrazaderas diseñadas para explorar los límites del placer y el dolor.

En una esquina, un sofá de terciopelo negro invita a los invitados a descansar y observar, o tal vez a participar en un juego de dominación y sumisión. Sobre una mesita auxiliar cercana, reposan algunos libros sobre el arte del BDSM, así como una selección de aceites y lubricantes, listos para intensificar cualquier experiencia sensorial.

El aire está impregnado con un suave aroma a incienso, añadiendo un toque de misterio y sensualidad al ambiente. Las cortinas pesadas cubren las ventanas, garantizando la privacidad y creando un santuario donde las fantasías más osadas pueden cobrar vida sin inhibiciones.

Lionel y Alexa entran al cuarto BDSM con una tensión palpable entre ellos, como si el aire mismo se cargara con la electricidad de su conflicto latente. Sus pasos son pesados ​​y deliberados, cada uno manteniendo una distancia cuidadosa del otro mientras exploran el espacio con miradas llenas de desdén.

Lionel, de puerta imponente y mirada penetrante, irradia un aura de dominación natural. Su mandíbula firme y su postura erguida sugieren una confianza innegable en sí mismo y en sus habilidades para controlar cualquier situación. Sin embargo, sus ojos chispean con una mezcla de frustración y desafío, como si estuviera constantemente en guardia, esperando el próximo enfrentamiento.

Por otro lado, Alexa, con su elegancia serena pero con una chispa de rebeldía en la mirada, parece desafiar abiertamente la presencia dominante de Lionel. Su expresión es un equilibrio entre determinación y desconfianza, como si estuviera lista para enfrentar cualquier desafío que se le presente. Cada movimiento suyo es deliberado, como si estuviera marcando su territorio incluso en este espacio de sumisión y entrega.

Lionel avanza con determinación hacia Alexa, su mirada feroz reflejando su deseo de dominarla en ese momento. Sin decir una palabra, agarra suavemente su brazo y la arrastra hacia la cruz de San Andrés, donde la sujeta con firmeza contra la madera pulida. Alexa lucha levemente, mostrando su resistencia, pero Lionel no muestra signos de ceder.

Con movimientos rápidos y expertos, Lionel asegura las muñecas de Alexa a las anillas de metal en la cruz, dejándola completamente inmovilizada ya merced de su voluntad. Cada amarre está calculado para restringir sus movimientos sin causarle dolor, pero Alexa puede sentir el poderoso agarre de Lionel sobre ella, una muestra de su dominio indiscutible.

Alexa siente su clítoris inflamado, ansiosa y con su vagina contraerse. Incluso sin haber sido tocada, está teniendo un orgasmo.

-¡Sueltame! –exclamó entre excitada y enojada, él la ignoró como siempre. Y bajó levemente la blusa para dejar un beso sobre su seno derecho.

Una vez que Alexa está asegurada, Lionel se detiene frente a ella, sus ojos fijos en los de ella con una intensidad que hace que su corazón lata con fuerza. A pesar de su lucha inicial, Alexa se encuentra hipnotizada por la presencia dominante de Lionel, una mezcla de miedo y excitación ardiendo dentro de ella.

            
            

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