Enfrentar a Lionel, no había sido de las mejores ideas que había tenido. Después de hacerlo, enfermó y lo peor es que le daba coraje pedir ayuda. –No necesito ayuda –espetó. Estuve hace tres días enferma en la cama, al menos era fin de semana. Sin embargo, no sabía cómo lograría levantarse el día lunes para realizar sus responsabilidades.
Sabía que Lionel, ni estaba enterado. Ella no acostumbraba a salir de la casa y el lo sabía. Hizo una mueca, al sentir un dolor punzante en su cabeza e hizo su mayor esfuerzo para levantarse. Quería visitar el jardín, aún desconocido para ella. Pero tener que enfrentar a su jefe y esposo, era otro tema.
Al pasar por el pasillo de la casa, lo vio. Vestido con un impecable traje de color azul, bebiendo un trago de alcohol y sentado sobre una silla. Sus ojos azules, estaban fijos en un retrato. Y al escuchar sus pasos, lo escondió detrás.
-Estas bebiendo –musitó y el señalando con una sonrisa ladina.
-Claro, esposa mía –comentó y se puso de pie, para observarla mejor -Pensaste que podías sacarme todo el alcohol y las dr...?
-¡Dame eso! –exclamó enojada y estiró el brazo para arrebatarle la botella, el negocio. Levantó el Whisky en lo alto y ella comenzó a dar saltitos para alcanzarlo.
-No, esposa.
-¡Idiota! ¡Borracho! –gritó intentando tomar la botella.
-¿Por qué te importa tanto que tome? Olvídalo niña –habló desinteresado, y bajó la botella.
-Porque no quiero estar casada con un... borracho que pierde el conocimiento... -susurró trayendo viejos recuerdos.
El empezó a reírse divertido, mirándola de lado. Sus ojos azules, brillaron graciosos al verla. -Ya no estás hablando por mí? –quiso saber y ella empresarial enojada, dándole un empujón.
-¡Borracho! –exclamó y al empujarle, soltó la botella cayendo al suelo. Lionel, observó el suelo regado de vidrios y... su preciosa bebida.
-¡Mira lo que hiciste! –exclamó enojado y ella se hizo un ovillo, para inclinarse con los ojos llorosos y las manos le temblaban. Comenzó a juntar cada trozo de vidrio, sin decir una palabra.
Las palabras, los gritos e insultos, volvieron a ella una y otra vez.
-Ey, te lastimarás –siseó y se inclinó, para arrebatarle los trozos de vidrio y ella jadeó al sentir su dedo cortado –ven...
La tomó de la mano, ella estaba perdida con la vista fija en ningún punto. La sentada sobre la barra, levantándola desde la cintura y tomó un botiquín. Con una pinza quitó los trozos pequeños de vidrio y luego limpió la herida. Bajo la mirada perdida de Alexa. Sus ojos estaban cubiertos por un velo de lágrimas, si pestañeaba comenzaría a llorar.
-Listo.
-Gracias –murmuró observando su mano vendada.
-Ya mandé a limpiar –comentó y ella se acercó para finalmente alejarse, pero antes de atravesar la puerta dijo:
-Puedes hacer lo que quieras... personas como tú... no tienen solución –murmuró y se perdió en el pasillo, bajo la atenta y confusa mirada de su esposo.
Y finalmente llegó el día lunes. Alexa, tuvo que tomar todo tipo de analgésicos, y encima ahora, tenía la mano vendada. Pero no era problema, ella a veces usaba guantes y quedaban bien con sus atuendos raros, o así hablaban entre sí las empleadas.
Primero ingresó al baño, estaba a punto de subir el cierre de su falda, cuando unas mujeres ingresaron. Por los tacones, deduzco que eran del área de marketing, ellas siempre andaban bien vestidas. Observó con una mueca, sus chalinas planas.
La puerta, a pesar de estar cerrada, permitía observar hacia afuera y eso hizo ella.
-Vieron que el jefe sigue siendo igual? –preguntó una voz suave.
-Si. Era obvio que ni la más bonita, lo iba a hacer cambiar. Mujeriego nace y mujeriego se...
-Muere –respondió una tercera voz, aunque más gruesa –era más que obvio, pobre chica...
-¿Pobre? –Interrumpió la voz suave, con una mezcla de humor –toda la ciudad conoce las andadurías de ese tipo. Pero es rico y está buenísimo, eso hay que aceptarlo. Pero... se rumorea que lleva sus putas a la casa.
-¿De verdad?
-Sí... qué feo. No me gustaría estar en sus zapatos –comentó la voz gruesa.
Siguieron hablando de otros temas, hasta que se fueron. Alexa, mira al espejo con una muñeca triste. Bajó la vista, y decidió salir para seguir trabajando. A pesar de todas las sensaciones extrañas e inseguridades que nacían en tu interior.
Alexa.
Observaré de reojo a mí jefe, pues sí, estaba buenísimo. Quería subirme arriba de él y.. Mierda ¿desde cuando tengo pensamientos así?
-Señorita Dominicke ¿está aquí? –preguntó su jefe, y ella prestó atención. Sintió sus mejillas rojas y se acercó.
-Lo siento.
-Bien. Necesito.. –Murmuró pero se quedó en silencio –olvídelo, es una tontería.
-No, no. Digame.
-Yo... -comentó y se puso de pie, para estar en frente mío. Su altura logró intimidarme, al igual que los músculos contrayéndose, al doblar su brazo. Su cuello, era grueso y brillaba con el sol. Su cabello se veía trasparente, y quería enredar mis dedos en él.
¡Estás loca Alexa!
-No se preocupe.
-Es... mi esposa. Ella... sé que no soy el mejor sujeto... -dijo y lo miré sorprendida.
-Oh... eso es un avance señor –dije sin poder evitarlo y él se rió. Su jefe tenía la vista fija en la ventana, le tranquilizaba la vista del jardín.
-Bueno. Algo malo le ha pasado. Quise tomar, primero me enojé mucho porque me escondió el alcohol –susurró y sus ojos se posaron fugazmente en mí.
-Bueno.
-Su mirada... estaba perdida... y su cuerpo temblaba. Y cuando sus ojos se posaron en mí... nunca me desprecié tanto. Era un monstruo para ella ¿lo soy Alexa? –preguntó y sus ojos se notaron tristes. Era la primera vez que lo veía así.
-No señor. Solamente tiene un carácter, algo particular –comenté y el ascendiendo.
- ¿Qué debería hacer?
Casi me río, mi propio esposo me estaba pidiendo consejos, sobre cómo tratarme a mí misma. Bajé la vista algo avergonzada, pero supe que debía enfrentar sus ojos.
-Conquístela. Demuestre que no es...
-Continúe –me alentó con la mano e hice una mueca.
-Gilipollas... -espeté y el ascendiendo.
-Nunca me importó a nadie. Pero no entiendo que me ocurra. Es decir, me irrita, es insoportable pero...
-No quiere lastimarla.
-Creo que no. Bueno, un poco sí. Cuando me moleste –comentó seguro y me reí.
-Solamente no lleves a sus amantes a la casa, seguramente con eso ya sería un avance –aconsejé y él se quedó pensativo, se giró y se sentó en su silla.
-Gracias...
Asentí, y me marché. El resto de la mañana, me encontraba trabajando, hasta que necesité que Lionel firmara unos papeles. Estaba sintiéndome cada vez peor, ya había tomado pastillas y mucha agua. Pero no mejoraba.
Al llegar, mis manos temblaron y al acercarme, sentí un profundo mareo.
-Señorita, le quería comentar sobre este proyecto. Los avances tecnológicos, han empleado diversas técnicas y... ¿señorita?
Tenía los ojos cerrados, con las manos apoyadas sobre la silla. No podía abrirlos, el mareo sería peor. De pronto, siento algo cálido sobre mi frente. Abro mis ojos apresurada y lo veo muy cerca de mí. Para ser sincera, Lionel nunca fue grosero conmigo. Jamás. Quizás sería porque su padre, fue mi jefe durante muchos años también.
-Tiene fiebre –comentó y yo asentí –no debería estar trabajando, váyase a su casa y descanse.