Capítulo 9 9

-Estoy... bien... -comenté con dificultad y el negocio –de verdad...

Pero nuevamente un mareo me invadió y mis piernas se debilitaron, cerré los ojos esperando el impacto del suelo. Pero sus brazos rodearon mi cintura, apoyé mi rostro en su musculoso pecho y pude escuchar los latidos de su corazón.

-No. No lo está -confirmó y suspiré, el me soltó con cuidado observándome –la acompañaré ¿en qué se vino?

-En colectivo –murmuré y el levantó una ceja pero no dijo nada.

-Bien. La llevaré en mi auto –afirmó y lo miré bocabierto. Ese auto, era sagrado, jamás lo usaba para nadie más que su propia persona. Incluso sus amantes, prefería llevarlas en otro auto que tenía pero en el Mercedes jamás.

-La regla...

-Al diablo –respondió y pronto avanzamos por estacionamiento, al llegar me abrió la puerta y me senté. Acomodé mis gafas, tenía miedo de ser descubiertas y evitaba sus ojos, que me buscaban más que de costumbre.

-Gracias...

-Bien. Le abrocharé el cinturón –comentó y se acercó, su medio cuerpo rodeó el mío, sintió mis mejillas rojas, rojísimas. Seguramente parecía un tomate, que nervios. Sus labios estaban entreabiertos, algo mojados y su lengua parecía apenas salida. ¿Qué se sentirá besarlo? Y no sé porqué pero acerqué mi rostro al suyo y lo besé.

-¡Lo lamento! –exclamé avergonzada por mi estupidez, y el avanzando para hacer como si no hubiera besado a mi jefe hace tan solo unos segundos y quise morirme.

-No se preocupe. Debe ser la fiebre –respondió y sonreí, sintiéndome apenada –no debe sentir pena.

-Gracias... -dije pero quería llegar lo más pronto posible, pasamos por una autopista y por suerte, el colocó música. Parecía tan tranquilo, incluso cuando todas hablaban sobre lo mujeriego que era, sino fuera porque yo misma concertaba las citas, lo hubiera dudado.

De pronto, estacionó frente a una farmacia –Ahora vengo.

Y salió corriendo, hizo la fila y no pude evitar reírme cuando se giró para verme. Era tan extraño, Alba, jamás haría una fila en la farmacia y... justo empezó a llover y menos bajo la lluvia. A pesar de eso, no se movió y esperó hasta poder comprar.

-Ahora se enfermera usted –comenta al verlo ingresar todo empapado, él se encogió de hombros. Pronto avanzó y llegué a mi antigua casa, di un suspiro. Al menos aún tenía las llaves de mi casa. Me preguntaba si Brianna estaría o si papá, habrá llegado.

Bajé con la bolsa, y él, dijo: -Mañana no la quiero en la oficina, cuídese.

Después de decir eso, se marchó. Sonreí estúpidamente, e ingresé, pero al hacerlo me di cuenta de un detalle ¡No voy a estar en su casa! Hice una mueca, entonces torpemente tomé ele otro teléfono donde finjo ser Eliana, y le mando un mensaje.

"Hola... me fui con mi mamá".

Pero no recibí respuesta, suspiré de alivio y me quedé dormida en mi cama.

-¡Hermana despierta! –escuché y dí un respingo, al abrir los ojos encuentro a Brianna mirándome con mala cara -Se puede saber qué haces aquí y por qué tu jefe te está buscando?

-Yo...

- ¿Qué te pasa? –quiso saber, y apoyó su mano en mi frente –te veo palida, tienes fiebre.

-Sí, pero estoy tomando medicinas.

-Bueno ¿lo dejo pasar? –pregunto mirándome dudosa, y asentí.

Volví a envolverme, en una cobija y escuché pasos. Lionel, estaba frente a mí, tenía puesto un saco grueso, al parecer en ese día el frío hizo su aparición. Poco a poco comenzó a desprenderse los botones, no tenía la vista fija en mí. Sino, en un cuadro.

-Hola, esta despierta –comenta y asiento, me siento y él se acerca. Tiene una camisa básica de color blanco, su torso está ajustado y mi sonrojo.

-Te traje cedrón, manzanilla y miel. Siempre me funciona cuando estoy enfermo –respondió y me avergoncé.

-Yo... gracias por su visita –susurré y para mí sorpresa, apoyó su mano en mi mejilla, me sonrojé sintiéndome rara en su tacto. Sus ojos azules escanearon los míos negros.

-Eres muy parecido... -comentó girando sutilmente mi rostro y yo asentí.

-Es prima hermana –mentí.

-Ya veo... lamento... tocarla –susurró y alejó la mano de forma muy deprisa.

-No es nada... lamento... haberle dado un beso –confesé y el se encogió de hombros.

-Tuve peores.. –comentó y levantó una ceja ofendida –es decir, no se preocupe.

-¿Quiere decir que fue muy insignificante para usted? –pregunté y el dijo:

-Sí –comentó y me crucé de brazos –no, quiero decir que... fue un... lindo beso –murmuró atropelladamente y me reí. Era raro verlo nervioso. -¿Por qué se ríe?

-Por nada... -comenté y el asintió –es gracioso verlo nervioso. Nunca lo vi de esa manera.

-Yo... no estoy nervioso. Solamente lo estoy con supermodelos o Miss universos –murmuró burlon y borré mi sonrisa ante sus palabras –Yo... Alexa...

-Puede irse, gracias por su visita –comenté con dolor. Pues claro, yo era fea ¿cómo alguien como él podría haberse fijado en mí? Sin todo ese maquijalle o... los lentes de contacto celestes que mi amiga me dio. Yo siempre sería invisible para alguien como el.

-Le ofendí? –preguntó y negué.

-Estoy cansada –aseguré, mirándolo fijamente y el ascendiendo, poniéndose de pie.

-Mañana... la extrañaré –susurró y se marchó, dejándome con muchas dudas en ese instante ¿Qué mierda había sido eso?

Y al día siguiente, mientras estaba tonteando con el teléfono en la cama, cuando me llegó un recordatorio.

-¡Mierda, la reunión con los inversionistas del Norte! –exclamé asustada, ya a pesar de los mareos, me vestí con lo primero que ví, sí, con ropa de Brianna. Distraida, me dejó el cabello suelto y por primera vez no lo amarré en un rodete. Salí dosparada de la casa, y tomé mi bibicleta que por suerte aún estaba en la entrada.

Comencé apedalear como una loca, algunos me miraban raro. Tenía un vestido ajustado y un corto, pero algunos se tomaban el atrevimiento de mirarme igual. A falta de convinacion no me quedó mas remedio que usar unos tacos, los odiaba pero que bonitas dejaban las piernas. Ahora sí, al mirarme al reflejo del vidrio, sino fuera por los lentes y los ojos, era ella, Eliana.

Sospechando, pronto llegué atravecé el lumbral de la empresa, descalza. Sabía que mi jefe, no tendría memoria acerca de la reunión y para fortuna, yo siempre colocaba los recordatorios cuarenta minutos antes. Al llegar a la oficina, dí un golpeteo y mi jefe estaba con el torso desnudo ya su lado había una morena de enormes pechos.

-Alexa... -susurró pero cerró la puerta. Mis ojos se llenaron de lágrimas, me había preocupado tanto por él ya la primera oportunidad, me engaña ¿Se llamaría engaño? De igual forma en un año nuestra unión se desvanecería.

Corro hasta sentir dolor en mis pies, más el mareo aún que me acompañaba, pero siento una mano cálida en mi antebrazo. Me gira y nuestros ojos se encuentran. Me he sorprendido, acaricia mi cabello largo y sedoso.

-Nunca... la ví con el cabello suelto –al menos a diferencia de "mi prima", con ella siempre lo tengo ondulado. Me hago rodetes en la noche, mas tratamiento con una buclera.

-La reunión con los inversionistas –comenté y el avanzando lentamente.

-No quiero que malinterprete lo que pasó en esa oficina, Sabrina, ella...

-No es asunto mío señor –comenté levantando la mano, y el parecía abatido. No entendería el brillo de sus ojos. –Me voy –comenté y comencé a alejarme corriendo, por suerte el ascensor estaba cerrándose y el no pudo alcanzarlo.

El ascensor, abrió la puerta y con un suspiro de alivio, avancé hasta el estacionamiento. Le di un saludo a Carlos, el guardia de seguridad. Y mientras caminaba, algo me detuvo.

-La necesito en esa reunión –explicó.

-Es mi día libre –comenté molesta.

-Señorita Dominicke, usted...

-¡Permiso! –exclamó una bicicleta, cerré los ojos esperando ser arrollada, peor unas manos firmes me rodearon. Quedé pegada a ese pecho fuerte, de nuevo. Pude escuchar los latidos agitados de su corazón, bajó la vista para verme.

- ¿Se encuentra bien? –preguntó con cuidado, levantando mi mejilla y no sé porque, me coloqué en puntilla de pie, para darle un beso. Pero esta vez, lo tomé de la nuca para profundizarlo. Él se separó de mí y me sentí avergonzada.

            
            

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