La ciudad brillaba con luces doradas mientras la lluvia caía con suavidad sobre los cristales de la oficina. Lucía estaba sentada frente a la ventana, mirando las gotas deslizarse lentamente, como si cada una de ellas fuera un reflejo de sus pensamientos. Todo parecía seguir su curso, pero ella no podía dejar de sentir que algo estaba por cambiar,