El reloj marcaba las 5:10 p.m. cuando Lucía y Alejandro finalmente salieron del coche, en el puente, la brisa helada del río envolviendo sus cuerpos con su frescura. Aunque la escena parecía tranquila, una sensación de presión se cernía sobre ellos. Sabían que no podían confiar en nada ni en nadie en ese momento. Eliseo había hecho su movimiento, y