El aire en el despacho de Lucía estaba pesado, como si cada palabra pronunciada por Eliseo y Javier hubiera dejado un rastro de incertidumbre en las paredes. La noche se había cerrado sobre la ciudad, y las luces de la oficina apenas lograban cortar la oscuridad. Lucía se sentó en su silla, mirando al frente, sin saber muy bien qué hacer con la ava