La lluvia caía con fuerza sobre la ciudad al amanecer, cubriendo las calles con un velo grisáceo. En su despacho, Lucía Estrada se encontraba de pie frente al ventanal, observando las gotas resbalar por el cristal. Su mente trabajaba a toda velocidad. La reunión en el Savoy y el mensaje enigmático de Alejandro Valverde la habían dejado con una sensación de inquietud que no podía sacudirse.
El sonido de su teléfono interrumpió sus pensamientos. Era su asistente, Ana.
-Señorita Estrada, el señor Guzmán ha confirmado su reunión para las diez de la mañana. También tenemos un problema con el contrato de TechnoLine. Están considerando retirar su oferta.
Lucía frunció el ceño. TechnoLine era uno de sus mayores clientes potenciales, una pieza clave en su expansión internacional.
-Averigua quién los está influenciando. Quiero un informe completo en una hora.
-Entendido, señorita.
Lucía dejó el teléfono sobre el escritorio y respiró hondo. Tenía una corazonada, y todo apuntaba a que Alejandro estaba detrás de aquello. El hombre parecía tener un talento especial para aparecer en los momentos más críticos, como un depredador acechando a su presa.
Decidida a no quedarse de brazos cruzados, tomó su chaqueta y se dirigió a la salida.
-Cancelen mis reuniones de la mañana -ordenó mientras pasaba junto a Ana-. Tengo algo que resolver personalmente.
-¿Algo en lo que pueda ayudar?
Lucía la miró por un momento.
-No por ahora.
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El edificio de Valverde Corp era imponente, con su fachada de cristal y acero reflejando la tormenta. Al entrar, Lucía ignoró las miradas curiosas de los empleados y se dirigió directamente a la recepción.
-Estoy aquí para ver al señor Valverde.
La recepcionista parpadeó, sorprendida, pero rápidamente recuperó la compostura.
-¿Tiene una cita, señorita...?
-Estrada. Lucía Estrada. No la necesito.
Antes de que la recepcionista pudiera responder, Alejandro apareció en el vestíbulo, como si hubiera anticipado su llegada. Su sonrisa era tranquila, pero sus ojos brillaban con un destello de diversión.
-Lucía, qué sorpresa. No sabía que teníamos un encuentro programado.
-No lo tenemos -respondió ella con frialdad-, pero pensé que sería más eficiente venir directamente a la fuente del problema.
Él inclinó la cabeza, como si estuviera considerando sus palabras.
-Interesante. ¿Y cuál es exactamente el problema?
Lucía lo siguió hasta su oficina sin responder. Una vez allí, esperó a que cerrara la puerta antes de hablar.
-Sabes perfectamente a qué me refiero, Alejandro. TechnoLine está reconsiderando su oferta, y casualmente tú tienes acceso a la información que los hace dudar.
Alejandro tomó asiento detrás de su escritorio, cruzando las manos frente a él.
-Es fascinante cómo siempre asumes que estoy detrás de tus inconvenientes.
-No lo asumo. Lo sé.
-¿Pruebas?
Lucía dio un paso adelante, apoyando las manos en el escritorio.
-No necesito pruebas cuando tú mismo lo admitiste anoche. Estás jugando con mis clientes, Alejandro. ¿Cuál es tu objetivo?
Él se inclinó ligeramente hacia ella, su sonrisa desvaneciéndose.
-No es un juego, Lucía. Es estrategia. Si TechnoLine decidió reevaluar su posición, tal vez deberías preguntarte qué estás haciendo mal.
La tensión entre ambos llenó la habitación, como una cuerda a punto de romperse.
-Si crees que esto te va a dar ventaja, estás subestimándome.
Alejandro se levantó, rodeando el escritorio hasta quedar frente a ella.
-No te subestimo, Lucía. Nunca lo haría. Pero tal vez tú deberías considerar que en los negocios, como en el ajedrez, a veces hay que sacrificar algo para ganar.
Ella lo miró fijamente, sin apartar la vista.
-¿Y qué estás dispuesto a sacrificar tú, Alejandro?
Por un momento, algo indescifrable cruzó por su rostro, pero desapareció tan rápido como había llegado.
-Eso, querida Lucía, es algo que aún no estás lista para entender.
Ella dio un paso atrás, asintiendo con lentitud.
-Está bien. Si este es el juego que quieres jugar, lo jugaremos. Pero te aseguro que no te gustará el resultado.
Lucía salió de la oficina sin esperar respuesta. Sentía el calor de su ira mezclado con una extraña emoción que no podía identificar. Alejandro Valverde tenía una habilidad única para sacarla de su zona de confort, y eso la irritaba más de lo que estaba dispuesta a admitir.
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De regreso en su oficina, Lucía revisaba los informes sobre TechnoLine cuando Ana entró, con una expresión preocupada.
-Señorita Estrada, hay algo que creo que debe ver.
-¿Qué ocurre?
Ana colocó una tableta frente a ella. En la pantalla, un artículo recién publicado en un influyente medio financiero hablaba sobre supuestas irregularidades en Estrada Enterprises, insinuando que la compañía estaba al borde de una crisis interna.
-Esto es una mentira -murmuró Lucía, apretando los puños-.
-El artículo no menciona fuentes, pero... -Ana hizo una pausa- parece que alguien está tratando de desprestigiarnos.
Lucía sabía exactamente quién. Alejandro había pasado de los movimientos encubiertos a un ataque directo. Pero si pensaba que podía derribarla con rumores, estaba gravemente equivocado.
-Quiero que el equipo de relaciones públicas lo desmienta de inmediato. Llama a nuestros aliados en los medios y asegúrate de que sepan la verdad.
-Sí, señorita Estrada.
Cuando Ana salió, Lucía se recostó en su silla, cerrando los ojos por un momento. Cada paso que daba, Alejandro parecía anticiparlo, como si estuviera varios movimientos adelante en un tablero invisible.
-Esto no ha terminado -susurró para sí misma.
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Esa noche, mientras el cielo seguía descargando su furia sobre la ciudad, Alejandro revisaba su correo cuando recibió un mensaje inesperado. Era de un número desconocido, pero el contenido lo dejó intrigado:
"Tu juego es arriesgado, Valverde. Tal vez hayas subestimado el tablero."
Por un instante, se permitió una sonrisa. Lucía no era alguien que se rendía fácilmente, y eso hacía todo aún más interesante.
Sin embargo, al leer el mensaje de nuevo, algo lo incomodó. Había un tono en aquellas palabras que no reconocía como el de Lucía. Guardó el teléfono y, por primera vez en semanas, sintió una punzada de duda.
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Mientras tanto, en otro punto de la ciudad, Lucía también recibía un mensaje inesperado. Esta vez, era una fotografía. En ella, se veía a Alejandro en una reunión con directivos de TechnoLine. El mensaje adjunto decía:
"No todo es lo que parece."
Lucía miró la foto con atención. Algo en ella no cuadraba, como si estuviera viendo una pieza de un rompecabezas mucho más grande. ¿Quién le había enviado esto? ¿Y por qué?
Por primera vez desde que todo había comenzado, sintió que estaba siendo arrastrada hacia algo que iba más allá de la competencia con Alejandro. Una intriga que ninguno de los dos parecía controlar.
Con el corazón latiendo rápido, apagó su teléfono y decidió que era hora de cambiar las reglas del juego. No iba a dejar que la manipularan. Si alguien quería jugar con fuego, estaba más que lista para quemarse con ellos.
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El tablero estaba en movimiento, pero ni Lucía ni Alejandro podían prever que no solo eran jugadores... sino también piezas de un juego mucho más peligroso.