El reloj marcaba las 10:15 de la mañana. La oficina de Lucía estaba cerrada con llave, las cortinas corridas y una leve tensión llenaba el aire. Carolina estaba sentada frente a la mesa de Lucía, sus manos temblaban mientras sostenía un vaso de agua. Alejandro, de pie junto a la puerta, mantenía la mirada fija en ella, evaluándola como si cada movi