#####Capítulo 5: El Enemigo en Casa
El amanecer llegó con un aire denso, cargado de tensión. Las sospechas de que había un traidor entre ellos cambiaron completamente la dinámica entre Lucía y Alejandro. Ya no se trataba solo de defender sus empresas o resolver un misterio, sino de limpiar sus propios patios antes de que el enemigo avanzara más.
Lucía se encontraba en su oficina, acompañada de Ana y un equipo de TI que revisaba los servidores internos. La prioridad era identificar al remitente del correo electrónico que se había detectado la noche anterior.
-¿Algo? -preguntó Lucía, impaciente.
-Estamos rastreando las conexiones, señorita Estrada -respondió uno de los técnicos, con el rostro concentrado en la pantalla-. El remitente utilizó una VPN para ocultar su ubicación, pero hay un patrón en su actividad que podría llevarnos a identificarlo.
Ana, que revisaba documentos a su lado, levantó la vista.
-Si es alguien dentro de la empresa, es posible que haya cometido un error. Nadie es completamente infalible.
Lucía asintió.
-Eso espero. Porque si esta persona sigue filtrando información, estaremos en una posición vulnerable.
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Mientras tanto, Alejandro estaba en una situación similar en su propio edificio corporativo. Gabriel le presentó un informe detallado de los empleados con acceso a información confidencial, pero no había nada que apuntara directamente a un culpable.
-Esto es como buscar una aguja en un pajar -murmuró Alejandro, revisando los perfiles uno por uno-. ¿Algún comportamiento inusual?
-Algunos empleados han tenido movimientos bancarios atípicos -respondió Gabriel, mostrando una lista-. Pero necesitaríamos más tiempo para verificar si están relacionados con NovaMedia o con Orion Ventures.
-No tenemos tiempo -respondió Alejandro, golpeando suavemente la mesa con los dedos-. Quiero respuestas, y las quiero pronto.
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El día transcurrió entre reuniones tensas y análisis interminables. Al caer la tarde, Alejandro decidió comunicarse con Lucía para compartir los avances. Aunque trabajar juntos aún les resultaba incómodo, la situación requería coordinación.
-¿Algún progreso? -preguntó Alejandro al otro lado del teléfono.
-Estamos cerca de identificar al remitente del correo -respondió Lucía-. ¿Y tú?
-Tengo un par de sospechosos, pero nada concreto todavía. ¿Puedo enviar a alguien de mi equipo para colaborar con el tuyo?
Lucía dudó por un momento.
-Está bien. Pero que quede claro que esto no significa que confíe completamente en ti.
-Por supuesto. Lo mismo digo.
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Horas después, Gabriel llegó a las oficinas de Estrada Enterprises con un equipo de análisis. Trabajaron codo a codo con los técnicos de Lucía, revisando registros y cruzando datos. Fue entonces cuando una de las analistas encontró algo.
-Aquí está -dijo, señalando la pantalla-. El remitente cometió un error. Aunque usó una VPN para enviar el correo, en algún momento olvidó activarla al conectarse a la red interna.
Lucía se acercó rápidamente.
-¿Quién es?
La analista señaló un nombre: Eduardo Pérez, un empleado de nivel medio que trabajaba en el área de logística.
-No tiene acceso directo a información crítica -dijo Ana-. Pero alguien más podría estar utilizándolo como intermediario.
-Tráiganlo aquí -ordenó Lucía, con voz firme.
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Eduardo fue escoltado a la oficina por dos guardias de seguridad. Estaba visiblemente nervioso, con las manos sudorosas y los ojos inquietos.
-¿Sabe por qué está aquí? -preguntó Lucía, cruzándose de brazos frente a él.
-No, señora Estrada. No tengo idea -respondió, tragando saliva.
Lucía colocó una copia impresa del correo electrónico sobre la mesa frente a él.
-Este mensaje fue enviado desde su cuenta. ¿Cómo lo explica?
Eduardo miró el documento, parpadeando rápidamente.
-¡No fui yo! No tengo idea de cómo esto llegó a mi cuenta.
-No mientas, Eduardo -intervino Alejandro, quien había llegado a la oficina minutos antes-. Tenemos registros que prueban que usaste la red interna para enviar esto.
El hombre levantó las manos en un gesto defensivo.
-¡Lo juro! Yo no envié nada. Pero... recuerdo que hace unas semanas un técnico revisó mi computadora. Dijo que era parte del mantenimiento regular.
Lucía frunció el ceño.
-¿Qué técnico?
Eduardo intentó recordar.
-Era alguien nuevo. No sé su nombre, pero tenía una tarjeta de identificación de la empresa.
Ana tomó nota rápidamente y salió de la sala para verificar el personal de soporte técnico. Mientras tanto, Lucía y Alejandro intercambiaron miradas cargadas de tensión.
-Si lo que dice es cierto, esto va más allá de un simple traidor -murmuró Lucía-. Alguien está infiltrando nuestro sistema desde dentro.
Alejandro asintió.
-Y parece que saben exactamente dónde golpear.
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Una hora después, Ana regresó con noticias preocupantes.
-No hay registro de ningún técnico nuevo en el equipo de TI. La descripción que dio Eduardo no coincide con nadie en nuestra plantilla.
Lucía cerró los ojos por un momento, intentando procesar la información.
-Entonces, alguien logró infiltrarse haciéndose pasar por personal autorizado.
-Y eso significa que todavía pueden estar dentro de la empresa -añadió Alejandro, su tono frío y calculador.
Ambos sabían lo que esto implicaba. El enemigo no solo era astuto, sino que también estaba un paso por delante.
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Esa noche, Lucía y Alejandro decidieron dar un paso más. Contactaron a Sebastián para que ampliara su investigación, enfocándose en posibles infiltraciones en sus respectivas empresas.
-Esto se está complicando más de lo que esperaba -dijo Alejandro, mientras caminaban juntos hacia el estacionamiento.
-Bienvenido a mi vida -respondió Lucía con ironía.
-¿Sabes? -dijo él, deteniéndose junto a su auto-. Es curioso. Durante años pensé que tú eras mi mayor obstáculo, pero ahora veo que el verdadero enemigo siempre ha estado en las sombras.
Lucía lo miró, sorprendida por su sinceridad.
-Tal vez eso es lo que nos hace iguales, Alejandro. Ambos hemos estado demasiado ocupados peleando entre nosotros para darnos cuenta de lo que realmente importa.
Él sonrió levemente, abriendo la puerta de su auto.
-Quizás tengas razón. Pero no te acostumbres a escucharme admitirlo.
Lucía rió suavemente, observándolo marcharse. Por primera vez, sintió que la rivalidad entre ellos era algo más que un enfrentamiento. Quizás, en el fondo, Alejandro no era tan diferente de ella como había pensado.
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Mientras tanto, en una oscura oficina al otro lado de la ciudad, una figura observaba una serie de pantallas con expresiones frías y calculadoras. Los rostros de Lucía y Alejandro aparecían en varias de ellas, junto con datos financieros, correos electrónicos y extractos de las investigaciones en curso.
-Están cerca de descubrirlo -murmuró una voz femenina al teléfono-. ¿Qué hacemos?
-Deja que sigan avanzando -respondió una voz masculina al otro lado de la línea-. Al final, los dos caerán.
La figura sonrió mientras las pantallas parpadeaban con nueva información. La partida apenas comenzaba, y las reglas las dictaba alguien más.