Entre el amor y el poder
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Capítulo 8 Pactos Peligrosos

La tensión en la atmósfera de Estrada Enterprises y Valverde Corp no se disipaba. Lucía y Alejandro sabían que el reloj avanzaba, y cada minuto sin respuestas era una victoria para su enemigo invisible. La alianza entre ambos avanzaba con dificultad, pero estaba claro que debían tomar medidas más agresivas si querían adelantarse a los movimientos de quienes buscaban derribarlos.

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Lucía estaba de pie frente a la pared de cristal de su oficina, observando la ciudad. La reunión de la noche anterior con Alejandro le había dejado un sabor agridulce. A pesar de su resentimiento hacia él, no podía negar que el CEO era un estratega brillante. Sin embargo, confiar plenamente en él era un riesgo que no estaba dispuesta a tomar.

-Señorita Estrada -dijo Ana, entrando apresuradamente-. Tenemos algo.

Lucía se giró rápidamente, su atención completamente puesta en su asistente.

-¿Qué encontraron?

-Revisamos los accesos no autorizados y cruzamos los datos con las actividades en las cuentas bancarias sospechosas. Hay un patrón que parece apuntar a un nombre recurrente: Arturo Herrera.

Lucía frunció el ceño.

-¿Quién es?

-Es un ex empleado de Valverde Corp. Fue despedido hace dos años por un supuesto fraude interno, pero nunca se presentaron cargos formales.

Lucía asintió lentamente, procesando la información.

-¿Alejandro sabe esto?

-No lo sé, pero pensé que deberías ser la primera en saberlo.

-Hiciste bien. Reúne todo lo que tengamos sobre este Arturo Herrera y envíamelo. Si es nuestro hombre, necesitamos más que simples sospechas.

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Mientras tanto, en Valverde Corp, Alejandro también recibía noticias importantes. Gabriel había llegado con un informe que parecía conectar los puntos de una manera que ninguno de los dos había anticipado.

-Alejandro, necesitas ver esto -dijo Gabriel, colocando un documento sobre su escritorio-. Hay una conexión directa entre las filtraciones en Estrada Enterprises y las nuestras.

Alejandro levantó una ceja, tomando el informe.

-¿Qué tipo de conexión?

-Los ataques parecen estar coordinados por alguien que tiene un conocimiento profundo de ambas empresas. No solo de sus operaciones, sino también de sus debilidades estratégicas.

Alejandro frunció el ceño.

-Eso significa que no estamos lidiando con un simple infiltrado. Esto es personal.

Gabriel asintió.

-Y hay un nombre que destaca en todo esto: Arturo Herrera.

Alejandro se inclinó hacia adelante, su interés claramente despertado.

-¿Herrera? Lo despedí hace años. Pensé que había desaparecido.

-Al parecer, no del todo. Y según nuestras investigaciones, tiene conexiones con un grupo de inversores que han mostrado interés en ambas compañías.

Alejandro se quedó en silencio por un momento, considerando las implicaciones. Finalmente, tomó su teléfono y marcó un número.

-Lucía, tenemos que hablar.

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La reunión se llevó a cabo en un discreto café lejos de sus oficinas, un lugar donde era menos probable que fueran reconocidos. Lucía llegó primero, luciendo elegante pero con una expresión fría y calculadora. Alejandro llegó poco después, con una carpeta bajo el brazo.

-¿Qué tienes? -preguntó Lucía sin preámbulos, mientras él tomaba asiento.

-Arturo Herrera. Parece que ambos hemos llegado al mismo nombre -respondió Alejandro, abriendo la carpeta y sacando varios documentos.

Lucía tomó uno de los papeles y lo examinó detenidamente.

-Sabía que era un ex empleado tuyo, pero no sabía que tenía conexiones con inversores interesados en mis operaciones.

-Y yo no sabía que todavía tenía acceso a ciertas redes que parecen estar relacionadas contigo -replicó Alejandro-. Esto confirma que nos está usando a ambos para algo más grande.

Lucía dejó el documento sobre la mesa, su mirada fija en él.

-¿Qué sugieres?

-Herrera está operando desde las sombras. Si queremos sacarlo a la luz, necesitamos tenderle una trampa.

-¿Una trampa? -preguntó Lucía, arqueando una ceja.

-Sí. Algo que lo obligue a mostrarse, a cometer un error. Y para eso, tenemos que trabajar juntos, de verdad esta vez.

Lucía lo observó en silencio, evaluando sus palabras. Finalmente, asintió.

-De acuerdo. Pero si esto falla, no será por mi culpa.

Alejandro sonrió levemente.

-Eso espero.

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El plan comenzó a tomar forma esa misma noche. La idea era simple pero arriesgada: ambos crearían un señuelo, una supuesta negociación que involucrara información crítica sobre sus respectivas empresas. La idea era difundir esta "oportunidad" a través de canales que Herrera pudiera interceptar. Si mordía el anzuelo, podrían rastrear sus movimientos y finalmente localizarlo.

Lucía y Alejandro trabajaron juntos durante horas, ajustando cada detalle del plan. A pesar de su rivalidad, ambos demostraron una sincronización sorprendente, como si en el fondo supieran que compartían la misma visión y determinación.

-Es extraño, ¿sabes? -dijo Lucía en un momento de pausa, mientras revisaba los documentos-. Nunca imaginé que estaría trabajando contigo de esta manera.

Alejandro rió suavemente.

-Y yo nunca imaginé que confiaría en ti, aunque sea un poco.

Lucía sonrió, pero no dijo nada. Había algo en la sinceridad de sus palabras que la desconcertaba.

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Dos días después, el plan estaba en marcha. Los rumores cuidadosamente plantados comenzaron a extenderse, y pronto las primeras señales de actividad surgieron en los sistemas monitoreados. Herrera había tomado el cebo.

-Lo tenemos -dijo Ana, mirando la pantalla con emoción-. Está intentando acceder a la información falsa que dejamos.

-¿Puedes rastrearlo? -preguntó Lucía, acercándose rápidamente.

-Sí, pero necesita más tiempo. No podemos asustarlo o cerrará su conexión.

Mientras tanto, en la oficina de Alejandro, Gabriel también reportaba avances.

-Estamos viendo actividad desde una dirección IP que coincide con los registros de Herrera. Está mordiendo el anzuelo.

Alejandro asintió, satisfecho.

-Mantén el monitoreo. No lo pierdas de vista.

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Finalmente, después de horas de tensión, ambos equipos lograron localizar a Herrera. Su paradero estaba en un almacén abandonado en las afueras de la ciudad, un lugar que aparentemente utilizaba como base de operaciones.

Lucía y Alejandro decidieron enfrentarlo personalmente, acompañados de un pequeño equipo de seguridad. Era un riesgo, pero ambos sabían que era necesario para cerrar el círculo.

El almacén estaba oscuro y frío, con un aire de abandono que hacía eco de las actividades turbias que habían tenido lugar allí. Cuando llegaron, encontraron a Herrera frente a una serie de computadoras, con una expresión de sorpresa y pánico al verlos entrar.

-Así que aquí es donde te escondes -dijo Alejandro, cruzando los brazos mientras lo miraba con desprecio.

Herrera intentó mantener la compostura, pero estaba claro que su confianza se desmoronaba.

-¿Qué están haciendo aquí? Esto es una propiedad privada.

-¿De verdad crees que eso importa ahora? -intervino Lucía, su voz afilada como una navaja-. Sabemos lo que has estado haciendo, Arturo.

-No saben nada -respondió él, intentando sonar desafiante-. No pueden probar nada.

Lucía dio un paso adelante, acercándose lo suficiente para intimidarlo.

-Oh, podemos probarlo. Y créeme, lo haremos.

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Herrera, atrapado, intentó negociar, pero era evidente que no tenía forma de salir de la situación. Bajo la presión de ambos, finalmente comenzó a hablar, revelando detalles sobre sus motivaciones y sus conexiones con los inversores que habían financiado su operación.

-Ellos querían debilitarlos -admitió, su voz temblorosa-. Dicen que ustedes tienen demasiado poder, que controlan el mercado. Mi trabajo era simple: sembrar el caos.

Lucía y Alejandro intercambiaron una mirada. Aunque habían obtenido respuestas, las piezas del rompecabezas aún no encajaban del todo.

-¿Quiénes son ellos? -preguntó Alejandro con voz firme.

Herrera vaciló, pero finalmente respondió.

-No lo sé. Solo me comunico con un intermediario. Nunca me dicen sus nombres.

Aunque frustrados por no obtener más información, ambos sabían que habían dado un paso crucial. Con Herrera bajo custodia, su próximo objetivo era identificar a las fuerzas detrás de él.

El juego estaba lejos de terminar, pero al menos habían ganado la primera partida.

            
            

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